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EDITORIAL

El ejemplo británico

A diferencia de España, en la democracia británica los dirigentes de los partidos asumen en primera persona la responsabilidad de sus fracasos.

A pesar de que todas las encuestas vaticinaban un resultado muy ajustado, los conservadores han conseguido una victoria incontestable en las elecciones parlamentarias celebradas este pasado jueves. En lugar de un parlamento fragmentado y la necesidad de un Gobierno amplio de coalición, los tories han conseguido una amplia mayoría absoluta que les permitirá gobernar cómodamente en solitario una nueva legislatura.

Los británicos han otorgado una victoria espectacular a David Cameron, que repetirá como primer ministro tras mejorar sus resultados de hace cinco años, mientras que sus principales rivales, el Partido Laborista y el Liberal, quedan muy por debajo de sus expectativas. Los laboristas pierden 26 escaños y los liberales nada menos que 49, lo que lleva a estos últimos a quedar con 8 escaños y ello a pesar de haber formado parte del Gobierno en esta legislatura.

Las consecuencias de esta derrota electoral de los dos principales rivales del partido conservador ha sido inmediatas: antes de que finalizara el escrutinio el laborista Ed Miliband y el liberal Nick Clegg presentaban su dimisión. Pero no sólo en los grandes partidos se han sustanciado estos ejemplos de responsabilidad política ante un duro fracaso electoral. También en formaciones marginales como el partido nacionalista UKIP ha ocurrido lo mismo, como lo demuestra la dimisión irrevocable de su líder, el pintoresco Nigel Farage, tras obtener únicamente un representante.

Lo ocurrido en las cúpulas de los partidos perdedores de las elecciones británicas contrasta fuertemente con la tendencia general en sus homólogos españoles, cuyos dirigentes se aferran al cargo ajenos al perjuicio que puedan causar a sus respectivas formaciones. Es el caso de Mariano Rajoy, al que la última encuesta del CIS le augura un resultado catastrófico y ya ha dicho que, aunque se materialicen esas previsiones, piensa seguir al frente del PP. Un ejemplo que ha seguido al pie de la letra por su representante en Andalucía, Moreno Bonilla, que pierde nada menos que 20 diputados en las elecciones del pasado mes de marzo y ahí sigue, encantado de liderar el PP andaluz como si el tremendo varapalo recibido por los populares no fuera con él.

En el PSOE, Tomás Gómez es el que recoge el testigo de los irreductibles gestores de fracasos, al que tuvieron que echar a empujones después de recibir dos descalabros consecutivos de los que no existen apenas precedentes en la política española. Y en cuanto a los minoritarios tomemos el caso de Rosa Díez, que mientras su partido se desintegra a ojos vistas, en lugar de marcharse a casa se dedica a insultar a los electores que han creído conveniente no entregarle su voto.

La democracia británica no solo es la más antigua de Europa. Es también un sistema político en el que los dirigentes de los partidos asumen en primera persona la responsabilidad de sus fracasos. Un ejemplo que, por lo que estamos viendo, no tiene muchas posibilidades de prosperar en nuestro país.

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