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EDITORIAL

El Estado Islámico cumple su primer año bañado en sangre

El Estado Islámico es una amenaza global que nos afecta a todos, como hemos visto recientemente con sus últimas acciones terroristas.

Hace ahora un año, un ex miembro de Al Qaeda llamado Abubaker al Bagdadi, al frente del grupo yihadista Estado Islámico de Irak y Levante, proclamó el nacimiento de un nuevo califato con el fin de unir a todos los musulmanes bajo una misma autoridad religiosa y civil, a imagen y semejanza de lo que ocurría en el mundo islámico durante la Edad Media. Si la amenaza de los grupos yihadistas y ‘lobos solitarios’ vinculados a Al Qaeda era acuciante, el surgimiento de este califato del terror ha hecho elevar el grado de amenaza hasta límites nunca vistos hasta este momento.

El Estado Islámico se ha distinguido durante este año por el salvajismo de sus métodos, su potencia armamentística, el alto grado de recursos financieros con que cuenta y la voluntad clara de atacar a los que considera infieles, un concepto que no sólo engloba a los no musulmanes, sino también a los que, compartiendo la fe mahometana, discrepan de la línea teológica suní que el grupo considera la única verdadera.

Los ataques de la aviación estadounidense en Irak contra objetivos de esta organización yihadista en agosto del año pasado, que por entonces ya se había hecho con la importante ciudad de Mosul, fueron respondidos con la decapitación de decenas de rehenes, cinco de ellos ciudadanos occidentales ajenos a la lucha antiterrorista. Las imágenes de los periodistas James Foley y Steven Sotloff siendo decapitados ante las cámaras, dieron inicio a una estrategia de magnificación del crimen que horrorizó a las conciencias de Occidente, enfrentadas por primera vez a una organización dispuesta a llevar a cabo sus amenazas de la manera más sangrienta.

El manejo de los recursos de las nuevas tecnologías y su énfasis en la vertiente mediática de sus acciones son otras características que distinguen al Estado Islámico de otras organizaciones de terrorismo islamista. El efecto de estas campañas publicitarias ha quedado demostrado en la oleada incesante de yihadistas procedentes de países occidentales, que no dejan de llegar a Siria e Irak para incorporarse a las filas de la mayor amenaza terrorista contra el mundo libre.

El primer aniversario de este califato del terror ha estado bañado en sangre con la oleada de atentados de Túnez, Francia y Kuwait. Con estas acciones, la organización de Bagdadi demuestra nuevamente que las playas tunecinas, las mezquitas chiíes de Oriente Medio o los polígonos industriales de ciudades como Lyon son lugares en los que los terroristas están dispuestos a actuar cada vez que tengan oportunidad. La fetua del caudillo que dirige este nuevo califato, hecha pública con motivo de su primer año de vida, anima a todos los musulmanes a asesinar infieles especialmente si son "cruzados" (cristianos), cuyo exterminio ocupa el primer lugar en la lista de prioridades de esta organización.

Pero la amenaza que representa el grupo de Bagdadi sería mucho menor si los gobiernos occidentales hubieran actuado decididamente, poniendo en práctica las necesarias medidas de prevención. Paralizados por el complejo de ser acusados de islamófobos, los políticos europeos han hecho gala de una terrible irresponsabilidad, cuya consecuencia más grave es la presencia en nuestras ciudades de miles de terroristas, entrenados en Oriente Medio, cuyo retorno a sus países de origen es en estos momentos el principal quebradero de cabeza de las fuerzas policiales.

El Estado Islámico no es un problema local que tengan que resolver sirios e iraquíes. Es una amenaza global que nos afecta a todos, como hemos visto recientemente con sus últimas acciones terroristas. Los gobiernos de los países europeos y la propia UE tienen que empezar a tomarse en serio el peligro cierto que representa esta organización terrorista, dispuesta a provocar una masacre sin precedentes a la menor oportunidad. El Estado Islámico tiene recursos financieros y capacidad armamentística para hacerlo, pero sobre todo, tiene a miles de hombres dispuestos a inmolarse a mayor gloria de este califato del terror.

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