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EDITORIAL

El miedo y la complicidad con los presos de ETA

Que ETA provoque miedo, incluso entre los responsables del orden y la seguridad del Estado, es mera tautología. Ahora bien, cuando el miedo a los terroristas, en lugar de ser superado, lleva a la autoridad pública a sentirse esclavo o simplemente condicionado por él, sólo cabe una salida: la dimisión del cargo.
 
No parece esta, sin embargo, la vía escogida por el director de la Prisión de Villabona (Asturias), quien, según ha denunciado la Agrupación de los Cuerpos de Instituciones Penitenciarias (ACAIP), ha ordenado la retirada de un escudo de España del módulo de aislamiento del centro, a consecuencia de las “quejas” de los ocho presos de ETA que cumplen condena en el mismo. El escudo que tanto daña la “sensibilidad” de los etarras fue confeccionado a principios de año por algunos internos del taller de cerámica de la prisión como parte de sus tareas de rehabilitación. La “rehabilitación” de los etarras parece consistir en poder impedirlo.
 
Lo que añade gravedad al asunto es que, según la denuncia de ACAPI, la dirección del centro permite a los internos de ETA tener en sus celdas "todo tipo de símbolos y estandartes propios de su ideología". Habrá que investigar si entre ellos figuran anagramas de ETA u otros que justifiquen o enaltezcan su actividad, porque lo que ya sería el colmo es que, además del doble rasero, los etarras pudieran seguir en una cárcel perpetrando delitos de terrorismo —concretamente, los de apología contemplados en el artículo 578 del Código Penal— con el consentimiento del director del centro.
 
En cualquier caso, la actitud del director de la cárcel constituye uno de esos escandalosos ejemplos de cómo las víctimas del terrorismo pueden seguir sintiéndose ultrajadas por culpa del miedo que muchos tienen a sus verdugos. Otro repugnante ejemplo de agravio, lo constituye el artículo que ha publicado el consejero de Justicia vasco, Joseba Azcárraga, nada menos que en el diario Gara. Por si fuera poca advertencia aquella de McLuhan de que “el medio es el mensaje”, Azcárraga arremete a través del diario proetarra contra las asociaciones de víctimas del terrorismo, a las que acusa de ser “vengativas” y “sedicentes demócratas” por haber protestado contra la audiencia que el presidente del Parlamento catalán, el independentista Ernest Benach, ofreció a una asociación de presos de ETA.
 
Azcárraga también acusa a las víctimas de estar “conectadas a un interés electoral muy concreto que se empeña en querer identificar nacionalismo vasco con violencia”. Vamos, como si los etarras no fueran nacionalistas y no asesinaran en nombre del nacionalismo; como si no fuera el propio Azcárraga quien, en ese mismo artículo, habla reiteradamente de “presos vascos” y no “de ETA”
 
Cuando un director de prisiones se somete a las presiones de los presos y un consejero de Justicia sale en defensa de los mismos arremetiendo contra sus víctimas es síntoma de que algo no funciona. Y evidentemente no nos referimos a las cabezas de los etarras.

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