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EDITORIAL

El Papa y la “extrañeza” de los fariseos

En lugar de ofender y, encima, hacerse el ofendido ante la Iglesia Católica, —tanto como lo hace, por cierto, ante las víctimas del terrorismo—, el Gobierno debería enmendar su política de confrontación social

El subsecretario de Asuntos Exteriores, Luis Calvo, ha convocado al nuncio del Vaticano en España, monseñor Manuel Monteiro de Castro, para mostrarle la "extrañeza" del Gobierno por las recientes declaraciones del Papa. Como recordarán lo lectores, Juan Pablo II hizo hace unos días un repaso crítico ante un grupo de obispos españoles a las últimas medidas del Gobierno socialista donde se denunció, además, que "en España se difunde una mentalidad inspirada en el laicismo hasta promover un desprecio hacia lo religioso".
 
Que al Gobierno le molesten estas críticas del Papa, es lógico; pero que muestre su “extrañeza” es un nuevo y clarísimo síntoma de hipocresía política. El Gobierno de Zp ha degradado la asignatura de religión, quiere desnaturalizar el sentido, no sólo religioso, sino civil del matrimonio, pretende que los niños puedan ser adoptados por parejas del mismo sexo, confunde la aconfesionalidad del Estado con el laicismo y ridiculiza o cuestiona permanentemente las posiciones morales de la Iglesia Católica. ¿Tanto le “extraña” al Gobierno la reacción de los católicos y de su máximo representante?
 
Si cualquier ciudadano —sea español o extranjero— tiene todo el derecho a criticar al Gobierno, Juan Pablo II, como líder espiritual de la religión que profesa la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, tiene el derecho y el deber de reprobar públicamente una política que, como la de Zapatero, contradice los principios y valores que dicha religión representa, y que también tienen difícil encaje en nuestro actual marco constitucional.
 
Si desde los campos de la política, de la sicología, del derecho o desde algunos medios de comunicación se han alzado públicamente voces contra la voluntad del gobierno de considerar matrimonio las uniones homosexuales y de concederles el derecho de adopción, también desde la esfera religiosa se tiene todo el derecho a manifestar su oposición a esta política. Más aun, cuando la política de Zapatero va acompañada con un intento de degradar pública y académicamente la asignatura de “religión”, sustituyéndola por una “Aproximación al hecho religioso”, que hará de la religión una “maría” que no será evaluable ni computable a efectos académicos de nota media para el acceso a la Universidad, ni a efectos de obtención de becas.
 
Convendría que desde el PSOE, en lugar de rasgarse las vestiduras ante la justificadísima reacción del Papa, recordaran que sus afrentas legislativas a los católicos han ido acompañadas en ocasiones con descalificaciones verbales, tal y como las que hizo el secretario de Organización, José Blanco cuando tildó de “casposa” a la Iglesia. Eso, por limitarnos al "talante" del partido y por no querer ver la correa de transmisión que constituyen sus medios de comunicación, donde la inquina y la ofensa a la religión ha llegado al extremo de mostrar ante las cámaras la receta de cómo se cocina un Cristo.
 
En lugar de ofender y, encima, hacerse el ofendido ante la Iglesia Católica,  —tanto como lo hace, por cierto, ante las víctimas del terrorismo—, el Gobierno debería enmendar su política de confrontación social. Si quieren llamar a capítulo a alguien, que lo hagan con Mohamed VI, que todavía sigue sin dar explicaciones y el PSOE sin exigirlas. La diferencia está en que nosotros no nos “extrañamos”...

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