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EDITORIAL

El partido de Miguel Ángel Blanco

Es normal que ante esta auténtica purga inspirada por el nuevo estilo de Rajoy algunos hayan optado por retirarse, no sin antes expresar su protesta y su fidelidad a unos principios que están siendo traicionados.

El hecho de que no exista una candidatura alternativa a la oficial en el congreso del PP del País Vasco (la de Carmelo Barrio fue convenientemente abortada por la denominada "de consenso", liderada por Antonio Basagoiti) no oculta la existencia, también allí, de grandes diferencias entre la línea marcada por Génova y el sentimiento de muchos militantes del partido. Así, las dimisiones de varios dirigentes y cargos representativos de la provincia de Guipúzcoa ponen de manifiesto una vez más la profunda fractura entre la estrategia del equipo de Rajoy y la de quienes prefieren solidarizarse con María San Gil.

De poco sirve que los presidentes del PP en Álava y Guipúzcoa, Alfonso Alonso y María José Usandizaga, recurran a la invectiva contra sus compañeros acusándoles de forma taimada de destruir y hacer daño. Resulta llamativo, por no decir simplemente ilógico, que sean precisamente quienes pretenden desmantelar un proyecto perfectamente coherente con lo que hasta ahora había sido el ideario y la práctica del PP quienes se presenten como abanderados de la continuidad.

Siguiendo la táctica iniciada en Valencia y continuada en los congresos regionales de Cataluña y Baleares, Antonio Basagoiti se propone realizar una profunda renovación en el PP vasco que implicará la desaparición de personas cuya labor se había caracterizado por una defensa cabal y valiente de la Constitución y de la democracia frente a los designios totalitarios de ETA y del resto de los nacionalistas. Un hecho singularmente alarmante y que en nada se parece al consenso y a la integración, sino a sus contrarios. Es normal que ante esta auténtica purga inspirada por el nuevo estilo de Rajoy algunos hayan optado por retirarse, no sin antes expresar su protesta y su fidelidad a unos principios que están siendo traicionados.

Por otra parte, las numerosas enmiendas presentadas a la ponencia política del congreso vasco también indican la disconformidad de muchos con el giro propuesto por el candidato único, que pasa por una suavización de las críticas a los firmantes del Pacto de Lizarra y la conversión del PP del País Vasco en una suerte de formación criptonacionalista, al menos en su relación con el resto de España. A este respecto, la propuesta de Basagoiti de convertir su partido en una formación al estilo de UPN hace temer un vuelco estratégico de dudosa rentabilidad electoral y que supone la renuncia a los principios por una cuestión de mera conveniencia.

Dondequiera que vaya el nuevo PP de Rajoy, al menos una cosa es evidente. El PP se aleja, rápida e inexorablemente, de todo aquello que hizo de él un partido de Gobierno. Como ha afirmado Aznar, "querer romper con los dos únicos triunfos que el centro derecha ha tenido en la historia democrática española significa no tener las ideas claras". Pero así están las cosas.

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