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EDITORIAL

El peor alcalde, el peor ministro

La trayectoria de fracasos de Gallardón al frente del ministerio de Justicia sólo encuentra parangón con su pasado al frente del consistorio madrileño.

Si, como parece, el Partido Popular abandona el proyecto de ley de reforma del aborto, Alberto Ruíz Gallardón pasará a la historia como como uno de los ministros de Justicia más lamentables de nuestra democracia, cuando no directamente el peor. Gallardón pretendía con esta nueva regulación del aborto congraciarse con amplias capas de votantes del partido, que siempre lo han visto como un personaje políticamente desleal y, a la vez, aparecer a los ojos de Rajoy como el ministro capaz de culminar con éxito una reforma legal de hondo calado, alcanzando tal vez el más difícil de los consensos dada la posición al respecto de la izquierda española. Pues bien, no sólo el PSOE ha rechazado de plano sus pretensiones desde el primer momento sino que, tras meses de desgaste público a cuenta de este asunto, Rajoy ha decidido desechar esta ley Gallardón antes incluso de iniciar su tramitación parlamentaria.

El aborto es, por su propia naturaleza, una cuestión muy sensible que siempre ha desatado fuertes polémicas en la sociedad. Las posiciones de los que creen que no se puede eliminar una vida humana bajo ningún concepto y los que piensan que abortar es un derecho de la mujer son imposibles de reconciliar, no obstante lo cual existía un consenso mayoritario en torno a una ley de supuestos despenalizados que Zapatero se encargó de dinamitar nada más llegar al poder. El Partido Popular llegó al Gobierno con un programa electoral que incluía precisamente la reforma de la ley para eliminar los aspectos más extremistas y polémicos de la norma de Zapatero, como el hecho de que las menores de edad pudieran abortar sin necesidad del consentimiento paterno y evitar el aborto libre dentro de un determinado plazo de tiempo. En esencia se trataba de volver al consenso original de 1985, mejorando los procesos administrativos, las salvaguardas deontológicas y los requisitos legales para evitar coladeros y proteger el derecho a vivir del nasciturus según impone la doctrina constitucional.

Una reforma sensata, eliminando esos aspectos más discutibles de la actual regulación, hubiera concitado el beneplácito de amplias capas de la sociedad y habría sido el PSOE el partido que habría tenido que soportar el desgaste político de mantener su apuesta por el radicalismo heredado de Zapatero. Sin embargo, Gallardón es un político empeñado en que su figura destaque por encima de sus colegas aunque ello suponga desgastar al Gobierno a su partido. En esta ocasión, además, el ministro de Justicia vio la posibilidad de congraciarse con el electorado más conservador del PP apuntalando así su futuro político, todo lo cual le ha llevado a protagonizar uno de los fracasos legislativos más sonados del Partido Popular estando en el poder.

La trayectoria de fracasos de Gallardón al frente del ministerio de Justicia sólo encuentra parangón con su pasado al frente del consistorio madrileño, al que dejó endeudado para toda una generación por culpa de su megalomanía y sus proyectos faraónicos. Como ministro prometió, nada más llegar al cargo, despolitizar la Justicia a través de una reforma en profundidad del Poder Judicial. En lugar de llevar a cabo lo prometido, Gallardón pactó con la oposición mantener la tutela de los partidos sobre los órganos judiciales, aún en mayor medida de lo que ya era habitual antes de su llegada al ministerio. Este proyecto fallido de reforma de la ley del aborto es otra sonora derrota política de Gallardón y la última deslealtad, por el momento, al Gobierno, a su partido y a los votantes del PP.

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