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EDITORIAL

El peor enemigo de Cataluña

Económicamente quebrada, culturalmente devastada, socialmente desquiciada, Cataluña se ha convertido en una suerte de contraejemplo dentro y fuera de España.

Es difícil causar tantos estragos en tan poco tiempo, pero a fuerza de insensatez y fanatismo Artur Mas lo ha conseguido: por su culpa, Cataluña está viviendo uno de los momentos más patéticos de su historia reciente. Económicamente quebrada, culturalmente devastada, socialmente desquiciada, Cataluña se ha convertido en una suerte de contraejemplo dentro y fuera de España; en la prueba fehaciente de que también en la vieja Europa puede haber sociedades demencialmente comprometidas con su suicidio, al modo como en América se vienen suicidando desde hace ya tanto tiempo la argentina y la venezolana.

Artur Mas tiene una tremenda responsabilidad en este estado de cosas. Como epígono del abominable pujolismo y como propulsor del neonacionalismo catalán, del que no cabe decir una sola cosa positiva: es tan malo, patético y tóxico como parece. Supone una amenaza de primer orden no sólo para Cataluña sino para el resto de España. Y como tal hay que afrontarla.

Los poderes públicos han de volcarse en el combate de esta lacra. Han de poner toda la maquinaria del Estado en marcha para que los separatistas no sigan socavando las instituciones y la convivencia con indignante impunidad. Su derrota debe ser definitiva y ejemplar.

Pero la ciudadanía también ha de implicarse. Especialmente la catalana. Las elecciones del próximo día 27 deben ser la tumba del peor enemigo de Cataluña, el secesionismo liberticida. Y es que si alguien se merece un voto inapelable de castigo ese es el infausto Artur Mas, así como el estupefaciente Junqueras y el resto de la tragicómica banda separatista.

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