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EDITORIAL

El Podemos griego y el efecto dominó

Podemos reproduce al milímetro las recetas suicidas de sus hermanos griegos.

La formación populista ultraizquierdista Syriza sólo ha necesitado seis meses para llevar a Grecia a la bancarrota. El rechazo de Atenas a seguir negociando con las autoridades internacionales aboca a los griegos a sufrir un corralito financiero, ante la imposibilidad de su Gobierno de seguir financiándose en el exterior y la alta probabilidad de una fuga aún más masiva de capitales.

Syriza ha cumplido hasta el momento con su programa económico, cuya aplicación suponía tarde o temprano el colapso del país. La elefantiasis del Estado griego, el aumento incesante del gasto público (exacerbado tras la llegada al poder de Alexis Tsipras y compañía) y la negativa de Atenas a introducir mecanismos de disciplina presupuestaria para reducir la descomunal deuda pública han llevado a Grecia a un callejón sin salida.

No contento con esta catástrofe económica, que va a castigar a las capas más débiles de la sociedad, el Podemos griego ha decidido convocar un referéndum demencial para poner al pueblo ante una disyuntiva letal, que no existiría si Grecia tuviera un Gobierno conformado por políticos responsables.

Tsipras y Varufakis han tensado la cuerda al máximo para no traicionar las promesas imposibles con que Syriza ganó las elecciones. Ambos confiaban en que la UE no dejaría caer a Grecia, pero hasta la paciencia de la muy asustadiza clase política comunitaria tiene un límite, que estos demagogos insensatos han colmado con creces.

Harán mal los gobernantes europeos, especialmente los del sur de la Unión, si reducen esta crisis al ámbito griego, como de hecho ya han empezado a hacer para tranquilizar a sus conciudadanos y a los mercados financieros. Lo ocurrido en el país heleno puede trasladarse perfectamente a Italia o a España, donde la presencia de partidos de extrema izquierda como Syriza supone una amenaza de primer nivel.

En el caso español, Podemos reproduce al milímetro las recetas suicidas de sus hermanos griegos. El apoyo de Pablo Iglesias y compañía a las medidas incalificables de Tsipras es el enésimo aviso a navegantes acerca de lo que puede suceder aquí si los liberticidas se hacen con el poder. De momento ya gobiernan -es un decir- Madrid y Barcelona, donde no hay día que no hagan o digan algo que provoque indignación o una poderosa vergüenza ajena. Su incompetencia sólo es equiparable a su capacidad para utilizar la más burda demagogia a fin de llegar al poder, cueste lo que cueste.

Por eso resulta estéril conjurar el riesgo más que evidente de contagio aludiendo a la recuperación de la economía española, que puede frustrarse en cuanto el Podemos griego genere un efecto dominó que hunda la confianza internacional en aquélla.

Con la presencia cada vez más importante del ultraizquierdismo bolivariano en las instituciones democráticas, el riesgo de que España acabe como Grecia es mucho más serio de lo que Rajoy y sus ministros pretenden hacer creer.

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