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EDITORIAL

El PP catalán necesita coraje, no 'moderación'

Si el PP catalán quiere llevar a sus votantes desencantados a las urnas, tendrá que ofrecerles mucho más que esa disposición vacua a la equidistancia.

Con la vista puesta en las elecciones autonómicas catalanas del próximo 25 de noviembre, el Partido Popular insiste en la estrategia de la moderación frente a la amenaza secesionista puesta en marcha por Artur Mas. Para que no quede ninguna duda de las intenciones del PP catalán, el discurso corajudo de Aznar fue replicado enseguida por Sánchez Camacho, que desdeñó los muy oportunos argumentos que el presidente de honor de su partido desgranó en la entrega del Premio FAES de la Libertad, afeándole sus críticas a la intentona secesionista y sus reproches a nuestro disparatado esquema territorial.

Así pues, en las inminentes elecciones catalanas, cruciales por cuanto los nacionalistas quieren convertirlas en un plebiscito sobre la independencia, Sánchez Camacho y Rajoy han decidido ponerse de perfil, lo que permite aventurar que el PP obtendrá unos resultados similares a los que acaba de cosechar en el País Vasco, donde presentó un discurso melifluo que le hizo merecedor de una formidable deserción de electores.

En Cataluña hay más de trescientos mil votantes que optan por la papeleta del PP en las elecciones generales pero en las citas autonómicas prefieren votar al nacionalismo menos radical de CiU o, directamente, quedarse en casa. Se trata de trescientos mil ciudadanos que no encuentran motivos para votar en las elecciones autonómicas al partido que merece su confianza en el Gobierno de la nación, algo que debería hacer reflexionar en profundidad a los dirigentes populares, especialmente ahora que se avecinan unos comicios transcendentales tanto para Cataluña como para el conjunto de España.

El mensaje del PP es que la amenaza secesionista carece de relevancia y que lo que procede es dialogar en tono moderado con las fuerzas políticas menos radicales, por lo que no es de extrañar que parte de sus votantes actúe en consecuencia fortaleciendo aquella opción de perfil ganador... con la que, en todo caso, el PP se avendrá a dialogar al día siguiente de las elecciones. Cualquier cosa antes que permitir una reedición del deplorable Tripartito, cuya desastrosa gestión permanece todavía muy viva en la mente de los catalanes, incluidos los que tradicionalmente votan popular.

Si el PP catalán quiere agitar la conciencia de sus votantes ocasionales y llevarlos en masa a las urnas dentro de un mes, tendrá que ofrecerles mucho más que esa disposición vacua a la equidistancia en que suele refocilarse. Una comunidad autónoma en la que el incumplimiento flagrante de la ley y la deslealtad al orden constitucional son la norma necesita la presencia de un partido nacional que actúe sin complejos en las grandes cuestiones de Estado y tenga los arrestos de enfrentarse en el terreno que más duele a los nacionalistas, como con gran coraje y esfuerzo Ciudadanos, la formación de Albert Rivera.

Como dejó dicho en su día el senador norteamericano Barry Goldwater, a la hora de defender la libertad el extremismo no es ningún vicio, ni la moderación una virtud. Si los dirigentes del PP catalán hacen caso a principio tan elemental en este momento histórico, seguro que consiguen movilizar a buena parte de esos trescientos mil catalanes que dudan entre sus siglas, las de Mas el desleal o la abstención.

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