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EDITORIAL

El PP debe llamar a las cosas por su nombre

Ante la ofensiva socialista, confiar en la memoria de largo plazo de los españoles y embarcarse en prolijos ejercicios de pedagogía constituiría, por parte del PP, y especialmente de su líder, Mariano Rajoy, un grave error de miopía y candidez.

Muy desesperados deben de estar en el PSOE para lanzar una ofensiva contra el PP basada en supuestos favores de los gobiernos de Aznar a De Juana Chaos y a otros terroristas. La mera insinuación de que la política antiterrorista del Partido Popular se hubiese basado en cesiones a ETA movería a la risa si no fuera porque se usa precisamente para justificar una decisión inaudita en un Estado de Derecho: la liberación de facto de un asesino múltiple por decisión personalísima de un presidente del Gobierno que se niega a dar explicaciones a una opinión pública mayoritariamente opuesta a su nueva y trágica osadía.

Si hay  una cuestión en la que tradicionalmente el PSOE sale perdiendo, ésta es la seguridad. Incluso en tiempos de Felipe González la percepción mayoritaria entre la población era que la ley y el orden constituían el punto fuerte de los populares. Por tanto, la táctica socialista de atacar al enemigo justo en su flanco mejor protegido parece en principio llamada al fracaso, además de ser altamente arriesgada, pues el efecto puede ser justo el contrario al deseado.

No obstante, la situación dista de ser tan sencilla. En circunstancias normales, la contienda política consiste en incidir sobre los puntos débiles del adversario, no lo contrario. Sin embargo, y ante el imparable declive electoral del PSOE y la mermada credibilidad de Rodríguez Zapatero, los socialistas y sus aliados han decidido jugarse el todo por el todo. Sin nada ya que perder y apoyados en su hegemonía mediática y en una de las máquinas propagandísticas más efectivas de Occidente, el Gobierno intenta ahora provocar un vuelco en la opinión, que de producirse daría al traste con cualquier posibilidad de triunfo del PP en las próximas elecciones. No sería la primera vez que un político se las arregla para conseguir este cambio cualitativo, sobre todo si sus adversarios se muestran ingenuos y acomplejados para repeler la agresión en sus justos términos.

Ante la ofensiva socialista, confiar en la memoria de largo plazo de los españoles y embarcarse en prolijos ejercicios de pedagogía constituiría, por parte del PP, y especialmente de su líder, Mariano Rajoy, un grave error de miopía y candidez. Las consecuencias, dada la probada efectividad del PSOE en comunicación política, serían simplemente devastadoras.

Por tanto, la situación exige que el Partido Popular luche en dos frentes distintos. La defensa de sus años de Gobierno es el primero y más sencillo, pues la inmensa mayoría de la población percibe como evidente su superioridad en esta materia. Pero aún así debe hacerse, ante el riesgo evidente de que muchos españoles empiecen a dudar. Pero el principal, el que debería liderar el mismo Rajoy, es el iniciado por Zaplana al recordar lo que pensaba Zapatero de las huelgas de hambre en 1990, y que consiste en reforzar, de forma clara, concisa e intensa –no es momento para disertaciones, sino para consignas– lo que ya existe en la mente de casi todos: en la lucha contra el terrorismo, el PSOE no es de fiar.

De los asesinatos del GAL se pasó a las conversaciones de Argel, de ahí a proporcionar a los etarras exilios dorados en el Caribe, y en los últimos años de la presidencia de Felipe González a tachar las peticiones de cumplimiento íntegro de las condenas a los terroristas de radicales y anticonstitucionales. Las espeluznantes decisiones de Rodríguez Zapatero no son sino un nuevo bandazo del PSOE en un asunto sobre el que los socialistas nunca han tenido las ideas claras. El resultado de la política de la izquierda respecto a ETA siempre ha sido el fortalecimiento de la banda y el debilitamiento del imperio de la ley. 

Sólo así, llamando a las cosas por su nombre, podrá conseguir el PP su objetivo de concitar los suficientes apoyos que le permita imponerse a la máquina socialista en las próximas elecciones generales. Ya no caben las medias tintas.

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