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EDITORIAL

El PSC (y el PSOE), en descomposición

Ningún partido es imprescindible e insustituible: es una lección que algunos deben aprender ya.

La rama catalana del PSOE se enfrenta a una ruptura que no sólo es probable sino que es completamente lógica: no tiene ningún sentido que personas que piensan que Cataluña debe ser independiente compartan espacio político con otras que crean que debe mantenerse como una parte de España.

La ruptura parece haberse desatado con el proceso independentista lanzado por Mas, pero tiene raíces que van mucho más atrás en el tiempo: por supuesto, hasta la desastrosa gestión del Tripartito, tanto con Maragall como con Montilla; pero también hasta ese partido que desde los primeros años 80 ha estado dirigido por una casta de políticos profesionales catalanes, la mayor parte de acomodadísimas familias e ilustrísimos apellidos, que servían al nacionalismo con los votos de trabajadores de procedencia andaluza o extremeña que, lógicamente, poco tenían de nacionalistas.

Era un caso de esquizofrenia política –enfermedad bastante común últimamente, por cierto–, y no es de extrañar que un partido que vive en esa imposible dualidad sea el eslabón más débil de un PSOE cuya crisis también pone en evidencia esta ruptura. Sin poder, sin un ideario coherente y sin un liderazgo claro, la principal referencia de la izquierda desde el inicio de la democracia no es más que una caricatura que salta por los aires con el primer debate serio que se le presenta.

Porque los de Rubalcaba en otras partes de España tampoco tienen muy claros conceptos básicos: no sólo dudan entre la Cataluña independiente y la federal, o vaya usted a saber qué tontería; sino que apoyan a los presos de ETA en el País Vasco y, por supuesto, están dispuestos a pactar con cualquier partido separatista que se ponga a tiro con tal de disfrutar del poder y alejar de él al PP.

Está claro que la política del "cordón sanitario" de Zapatero ha traído estos frutos y ha tenido un atroz efecto centrifugador sobre España, pero también, como es lógico, sobre el PSOE. Eso sí, el éxito no es sólo de Zapatero: también se debe a un Rubalcaba desorientado, sin ideas y sin ninguna capacidad de ejercer su liderazgo, que sólo puede construir una parodia de discurso político oponiéndose a Rajoy.

Y si el descalabro del PSC tiene estos dos padres, no hay que olvidar que también tiene un madre: la irresponsable Carme Chacón, cuya única misión política en la vida parecía ser alcanzar la Secretaría General del PSOE –nunca se supo bien para qué– y que, una vez fracasada en su propósito, ha huido a EEUU, dejando a su partido al borde de la ruptura y a Cataluña camino de la independencia. Llama poderosamente la atención que alguien que no ha querido, o no ha podido, ni liderar la franquicia local de un partido en un momento tan delicado pretenda que hacerse pasar por la persona adecuada para liderar el Gobierno de España.

Por último, ha de destacarse un punto positivo en este asunto: aunque más lenta y dolorosamente de lo deseable, la democracia tiene herramientas para regenerarse, y allí donde un partido deja de cumplir su función aparecen otros, en muchas ocasiones mejores, que la cumplen. El PSOE y el PSC se han suicidado en las últimas décadas en Cataluña y otras partes de España, pero ya hay alternativas, como Ciutadans o UPyD, dispuestas a coger el relevo.

Ningún partido es imprescindible e insustituible: es una lección que algunos deben aprender ya.

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