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EDITORIAL

El PSOE, a por la Iglesia

Sólo desde el sectarismo más exacerbado se puede plantear que la revisión del Concordato es una de las necesidades urgentes del país.

Sólo desde el sectarismo más exacerbado se puede plantear que la revisión del Concordato es una de las necesidades urgentes del país.

Nadie sabe a estas alturas qué medidas tomaría el PSOE en caso de alcanzar el poder dentro de dos años. No está nada claro ni qué prioridades establecería en su acción de gobierno ni qué leyes haría aprobar en el Congreso de los Diputados. Sólo es seguro, si se atiende a las declaraciones de sus dirigentes, que derogará algunas de las tímidas reformas de Rajoy: la laboral, la educativa, los pocos cambios en sanidad… y, por supuesto, los acuerdos con la Santa Sede, el famoso Concordato, que ya venía siendo criticado por los socialistas en mítines y demás actos de politiquería, y contra el que Elena Valenciano ha anunciado este lunes una iniciativa parlamentaria.

Sólo desde el sectarismo más exacerbado se puede plantear que la revisión del Concordato es una de las necesidades urgentes del país. Un país con seis millones de parados, un gravísimo problema de separatismo, la justicia en manos de los partidos y los asesinos saliendo en masa de las cárceles.

Por supuesto que los españoles no tienen entre sus preocupaciones un acuerdo que se firmó en 1979, y cuya derogación no ayudaría lo más mínimo a resolver alguno de esos problemas. Por otro lado, el PSOE ha gobernado en 20 de los casi 35 años que el Concordato lleva vigente y nunca ha sentido la furibunda necesidad que parece tener ahora de echarlo abajo.

Se trata, por tanto, de un caso clarísimo de hipocresía: los socialistas sólo ponen sobre la mesa esta cuestión desde la oposición, en la creencia de que es una demanda que les sale gratis y les sirve para diferenciarse del PP y ganar votos.

Unos votos, eso sí, que se cosecharían entre el sector más rancio y anticlerical de la izquierda, allí donde radica un odio por la religión católica que es más propio de siglos pasados o de sociedades muy totalitarias, donde el poder no admite fidelidades ajenas a su férula.

Para colmo, y en una muestra clara de la torpeza con la que actúa la actual dirección socialista, una de las justificaciones esgrimidas es que la Iglesia está detrás o inspira algunas de las medidas tomadas por el Gobierno Rajoy. Una excusa que no concreta pero que define una visión de la política cuanto menos preocupante: un acuerdo internacional se puede romper no por lo que haga la otra parte, sino por lo que pueda ésta inspirar en un tercero.

Sectarismo, anticlericalismo y una política exterior lamentable: está claro que Zapatero se ha ido pero buena parte de su modelo sigue muy vigente en el PSOE.

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