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EDITORIAL

El PSOE y la radicalidad suicida

Si los socialistas siguen la derrota de la radicalidad, pueden acabar en el basurero de la Historia mucho más pronto que tarde.

El Partido Socialista se las promete muy felices por las cuotas de poder autonómico y municipal que puede lograr con su política de pactos. Parece el final de una travesía del desierto que en algunos lugares ha durado décadas, por ejemplo en Valencia, y que puede transmitir la idea de que el PSOE obtuvo un gran resultado en la cita electoral del pasado 24 de mayo.

Pero no fue así: los socialistas cosecharon su peor resultado en unas municipales en lo que va de democracia, y en las autonómicas el descalabro no fue menor, con porcentajes irrisorios en comunidades como Valencia y Aragón y pérdidas de voto incluso en aquellas autonomías en las que lograron la victoria, como Asturias y Extremadura.

Sólo el descalabro del PP permite al PSOE esa aparente recuperación, que descansa también en una política de pactos desprovista de cualquier consideración que no el desplazamiento de los populares. El PSOE es capaz de entregar Pamplona a los filoetarras de Bildu, Valencia a los ecoloindependentistas de Compromís y Madrid a los comunistas bolivarianos de Podemos. No hay pacto que no les valga a Pedro Sánchez y a los suyos, no hay línea roja que no puedan saltarse: recuérdese que los socialistas se habían comprometido a no pactar "ni con populares ni con populistas". Están demostrando no tener el menor escrúpulo.

Desvergüenzas aparte, el PSOE está cometiendo un error tremendo. No es la primera vez que el partido fundado por Pablo Iglesias se radicaliza y acaba en el despeñadero: lo hizo no hace tanto Zapatero y ahí siguen los socialistas, obteniendo resultados pésimos elección tras elección. También lo hizo en los años 30 del siglo pasado, cuando la facción más razonable, liderada por Besteiro, se escandalizaba infructuosamente por la deriva revolucionaria y guerracivilista de Largo Caballero y compañía.

Las consecuencias de aquella radicalidad fue una terrible guerra civil, la pérdida de las libertades durante décadas y la evaporación de un PSOE que prácticamente no existió en la España franquista, donde la oposición parecía asunto casi exclusivo del PSOE. Las consecuencias de la deriva de Sánchez y los suyos podrían ser también extremadamente graves para España y para el propio PSOE, que puede incluso acabar en el basurero de la Historia mucho más pronto que tarde.

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