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EDITORIAL

El Rey y unas explicaciones imprescindibles

"El Rey no puede inclinarse decididamente por una opción política determinada, ni poner de manifiesto jamás sus simpatías o sus animadversiones y repulsas (...) El Rey ha de estar con todos los partidos políticos en general y con ninguno en particular."

Los rotundos y encendidos elogios que Su Majestad el Rey regaló hace unos días a Rodríguez Zapatero con motivo de un reportaje sobre el presidente del Gobierno para el diario El Mundo son cuanto menos sorprendentes y desconcertantes. Además, constituyen una ligereza y una probable extralimitación de las funciones de moderación de las instituciones que le asigna el artículo 56 de la Constitución.

Más allá de lo bien o mal que un político determinado le caiga al Rey, algo totalmente irrelevante, e incluso si fuera cierto que Don Juan Carlos siente una especial simpatía por Rodríguez Zapatero, el hecho es que nada hay más lejos de las atribuciones reales que la crítica o el elogio a un presidente del Gobierno. Afirmar que Zapatero "sabe muy bien hacia qué dirección va y por qué y para qué hace las cosas", añadiendo a continuación que "tiene profundas convicciones", "es un ser humano íntegro" y "un hombre recto" que además "no divaga" trasciende la cortesía protocolaria y se aleja de la discreción y la mesura que los miembros de la Familia Real deben exhibir en sus comportamientos y manifestaciones públicas.

Además, semejantes declaraciones sugieren que para el monarca más de 10 millones de españoles, los que se negaron a votar al PSOE precisamente por no estar de acuerdo con la opinión del Rey, están equivocados, en cuyo caso convendría que Su Majestad explicase en qué consiste su error. Sus explicaciones resultarían, sin duda, inapropiadas para ese papel moderador al que se debe, pero una vez traspasada esa frontera resulta necesario que aclare las razones de tanta alabanza.

Por otra parte, las loas de Don Juan Carlos a Rodríguez Zapatero y a su línea política contradicen no sólo las numerosas manifestaciones del Rey a propósito de asuntos como la unidad de España, la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la lucha contra el terrorismo y la solidaridad interterritorial, sino sus propias palabras en el comunicado difundido por el Palacio de la Zarzuela tras el reciente fallecimiento de Leopoldo Calvo-Sotelo.

Resulta especialmente llamativo que califique a quien llevó a cabo una política diametralmente opuesta a la del actual presidente del Gobierno como "un gran español, un gran hombre de Estado, un demócrata" tras haber ensalzado pocos días antes a Rodríguez Zapatero por hacer justo lo contrario, por ejemplo acabar con el Estado de las autonomías tal y como lo concibieron no sólo Calvo-Sotelo, sino también el PSOE de entonces.

A este respecto, cabe recordar la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico pactada en 1982 entre la UCD y Felipe González, una norma que establecía entre otras cosas la equiparación competencial entre las distintas Comunidades Autónomas y una limitación a las transferencias. De ahí al confederalismo asimétrico que defiende el presidente del Gobierno existe una distancia tal que o bien Zapatero no dice lo que piensa, en cuyo caso El Rey podría hacer algo más que elogiarle para tranquilizar a los españoles, o Don Juan Carlos ha caído en una contradicción, fruto tal vez de la urgencia con que la periodista de El Mundo le interrogó sobre su opinión acerca del jefe del Ejecutivo. En cualquier caso, un error que nada tiene que ver con la conducta que según el propio Jefe del Estado debe seguir un monarca.

Porque en una carta fechada el 12 de enero de 1985 y enviada al Príncipe de Asturias cuando éste estudiaba en Canadá, Don Juan Carlos afirma que "el Rey no puede inclinarse decididamente por una opción política determinada, ni poner de manifiesto jamás sus simpatías o sus animadversiones y repulsas (...) El Rey ha de estar con todos los partidos políticos en general y con ninguno en particular."

Si el Rey de todos los españoles se salta este atinado consejo para apoyar una opción política determinada, quienes prefieren otra pueden empezar a preguntarse por qué no los apoyó con una energía similar, especialmente cuando se manifestaron por la unidad de su Reino y la pervivencia de la Constitución que instauró la monarquía parlamentaria. Por ello, resulta del todo imprescindible que el Rey explique sus palabras.

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