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EDITORIAL

El suicidio, o asesinato, de IU

La primera grieta: la incongruencia de un partido que se reclama antisistema y está cómodamente instalado en el sistema y obteniendo beneficios de él

Todos aquellos que sean conscientes del inmenso valor que tienen la democracia liberal y el capitalismo deberían saludar con alborozo la desaparición de un partido que se colocaba radicalmente en contra de estos dos pilares del sistema que más libertad y más prosperidad le ha dado a la especie humana en toda su historia.

La mala noticia –terrible- es que esta desaparición no sea consecuencia de que los votantes hayan eliminado por completo de sus preferencias una opción tan esencialmente equivocada, sino por la aparición de un partido que es más eficaz en defender estas posiciones, que está mejor dotado para el mal.

Es evidente que no estaríamos ante el final de IU si no hubiese surgido Podemos, pero también lo es que desde la propia coalición comunista se han cometido numerosos errores que han contribuido a la situación actual. El primero era algo difícilmente evitable, pero que durante mucho tiempo no parecía pasarles factura: la incongruencia de que un partido que se reclama antisistema esté no sólo cómodamente instalado en el sistema sino obteniendo pingües beneficios de él: consejeros en instituciones como el CGPJ, puestos en las cajas y, en general, toda la parafernalia de privilegios que acompañan a los políticos profesionales.

La segunda ha sido, probablemente, aún más letal: la connivencia despreocupada con la corrupción, que se ha hecho especialmente visible en los últimos años en Andalucía, donde los de IU han mantenido contra viento y marea los diferentes gobiernos del PSOE pese a la sucesión inaudita de escándalos que las investigaciones judiciales iban destapando.

Por último, tampoco hay que olvidar la presencia de líderes de tan escasa capacidad como Gaspar Llamazares y Cayo Lara, dos ejemplos claros de cabezas de cartel que parecen colocados en su puesto con el único propósito de alejar a los posibles votantes.

No seríamos justos, sin embargo, si no reconociésemos un elemento que ha sido fundamental en este suicidio político, que según se mire podría ser considerado asesinato: la labor de zapa que desde las más altas instancias del partido han realizado algunos dirigentes de IU que llevan muchos meses trabajando más para su futuro en Podemos que para el presente de la coalición.

Es el caso, como se ha denunciado desde IU en la Comunidad de Madrid, del propio Alberto Garzón, pero también de otros como José Luis Centella o la imputada Tania Sánchez, que con su discurso sobre "los de abajo", "el pueblo" y "la unidad de la izquierda" lo que han hecho es robarle un partido a los militantes que llevaban décadas sosteniéndolo y entregárselo a una camarilla de casta universitaria con los que esperan tener un acceso más franco a la poltrona.

En resumen, a los males de IU se les ha sumado en los últimos meses uno, la traición, que ha supuesto la puntilla del proyecto. Descanse en paz, cabría decir, si no nos hubiesen dejado algo aún peor en su lugar.

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