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EDITORIAL

El ultimátum de las CUP

Cuando uno se echa en brazos de los partidos más radicales, acaba siendo su marioneta. En Cataluña, en Madrid y en la China Popular.

El llamado proceso de "desconexión" fue el único punto de acuerdo que sustenta el pacto de Gobierno entre las CUP y "Junts pel sí" que hizo presidente a Piogdemont y, paradójicamente, está a punto de convertirse en el principal escollo para la estabilidad del Gonbierno catalán.

El discurso de ERC y la antigua Convergencia no ha cambiado y sus dirigentes no han abandonado la retórica separatista, pero, a ojos de las CUP, no se han producidos avances concretos en el "proceso", más allá de los discursos y las palabras. Los radicales no votaron a favor de la investidura de Carles Puigdemont para que Oriol Junqueras se haga fotos con Cristóbal Montoro y se hable de "sintonía técnica" con el Ministerio de Hacienda, alegan. La degradación de la deuda de la Generalidad tampoco cuenta para la CUP, partidaria de no pagar y de salir no sólo de España sino de Europa. Los acuerdos no se están cumpliendo, los plazos se dilatan, la "hoja de ruta" se diluye y en CDC advierten que la independencia no será posible en año y medio, tal como estaba pactado.

La arcadia feliz de la independencia dentro del euro prometida por republicanos y convergentes es a día de hoy una quimera a ojos de cualquiera, salvo los separatistas más fanatizados. Y eso que cuentan a su favor con la pasividad del Gobierno de Rajoy, cuando no colaboración financiera, y la incertidumbre política que se vive en España.  Frente a eso, las CUP, que quieren salir de euro y convertir a Cataluña en una autocracia comunista, aislada del resto de Europa, no tienen nada que perder, Su discurso no tiene las contradicciones de la burguesía separatista.  En un puls, tienen las de ganar. Nada nuevo, por otra parte. Cuando uno se echa en brazos de los partidos más radicales, acaba siendo su marioneta. En Cataluña y en Madrid.

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