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EDITORIAL

En Podemos sólo luchan por el poder

Ojalá Vistalegre II sea el principio del fin de una organización tremendamente perjudicial para España.

A tan solo cuatro de Vistalegre II, las luchas intestinas en Podemos se recrudecen con el intento de los secuaces de Pablo Iglesias de desviar la atención del debate político difundiendo que su líder ha ofrecido a Íñigo Errejón ser el candidato del partido a la Alcaldía de Madrid en 2019, algo que –afirman– el número dos habría rechazado por estar interesado desde un principio en disputar el liderazgo del partido a Iglesias.

Ni que decir tiene que el equipo de Errejón ha considerado esa supuesta oferta como una "intoxicación" y una "cortina de humo" de sus contrincantes, así como una "falta de respeto" a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Por si los ataques cruzados en el seno de la formación neocomunista fueran pocos, la campaña en las redes sociales en las que los partidarios errejonistas piden no ser "ni IU ni el PSOE" ha sido reprobada por miembros de IU como Carlos Sánchez-Mato, que, también en Twitter, aseguran: "No hace falta ofendernos para competir en vuestro proceso congresual. Sólo pedimos respeto".

Ya podrá la portavoz del Ayuntamiento de Madrid y candidata de la lista errejonista, Rita Maestre, asegurar que sería un "enorme error" que alguien se planteara el congreso como "un mercadeo de puestos o de cargos", o que esta lucha por el poder sería un "flaco favor" al debate que el partido debe asumir para decidir su rumbo. Lo cierto es que lo que se está viviendo en Podemos desde que la formación alcanzó la representación parlamentaria no ha sido otra cosa que una lucha encarnizada por el poder. Pablo Iglesias está intentando dar un golpe definitivo en la mesa para detentar la mayor parte del poder interno. Su voluntad de votar conjuntamente la propuesta política y organizativa con la candidatura a la Secretaría General implica el poder imponer su propio modelo de partido. Buena prueba de ello lo constituye el hecho de que Iglesias haya vuelto a exponer su particular "todo o nada" al asegurar este martes: si gana el proyecto de Errejón, "él será el líder nacional de Podemos, y si gana el mío seguiré siéndolo yo".

Y es que, por mucho que el cofundador de Podemos Juan Carlos Monedero haya hablado estos últimos días de la "ambición desmesurada" de Errejón, no menos desmesurada es la ambición de quien como Pablo Iglesias aspira no sólo a ser secretario general –lo que en ningún momento le ha disputado Errejon–, sino a imponer su modelo de partido y su táctica política.

En Podemos no hay debate ideológico sino pura lucha por el poder. Y así es, entre otras razones, porque tanto Iglesias como Errejón representan la misma amenaza para las libertades y para el progreso económico y social. Ambos se han mantenido fieles a la vulgatamarxista, por mucho que ambos lo oculten y, sobre todo, por mucho que haya medios de comunicación que presenten al todavía número dos como un supuesto moderado frente a un Iglesias extremista.

No hace falta recordar algunas consideraciones de Errejón sobre Venezuela para refutar la supuesta moderación de quien en el fondo no discute nada a Iglesias que no sean parcelas de poder en el partido y tácticas para alcanzar el Gobierno. A la postre, ambos saben, como sabia el marxista Andreu Nin, que las revoluciones no son sino "luchas por el poder" y que de la actitud que se adopte ante éste dependerá que la revolución "triunfe o fracase". El tiempo lo dirá, pero ojalá que en Vistalegre no se contemple otra cosa que el comienzo del fin de una formación liberticida tremendamente perjudicial para los intereses de la Nación.

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