Mikel Zubimendi es aquel parlamentario batasuno que, en marzo de 1995, arrojó una bolsa de cal en el escaño que el socialista Ramón Jáuregui ocupaba en el Parlamento vasco y que, años después, huyó a Francia, donde, tras integrarse en el brazo armado de ETA, cumplió una condena de ocho años de prisión. Es lógico que alguien como Zubimendi, que nunca ha dado la menor muestra de arrepentimiento por haber pertenecido a la banda terrorista, ensalce como "un gran tipo" a alguien como Santi Potros, terrorista todavía preso y uno de los autores de la matanza de Hipercor, uno de los más bestiales atentados de la banda terrorista.
Lo que no tiene sentido alguno, salvo en la perversa lógica de una paz sucia, que no distingue entre víctimas y verdugos y que aspira a que no haya vencedores ni vencidos, es que Zubimendi haga sus nauseabundas declaraciones de forma impune y como contertulio en la televisión pública vasca.
Si las declaraciones de Zubimendi, con independencia del medio de comunicación en que las haga, ya podrían ser constitutivas de un delito de enaltecimiento del terrorismo, que las haga, además, en una televisión pública sostenida por el contribuyente es el colmo de la humillación para todos aquellos que han sufrido el criminal zarpazo del terrorismo.
Por mucho que la televisión pública vasca lo presente como "periodista y escritor", Zubimendi se ha portado como vocero de una banda terrorista a la que siempre ha servido: primero, como terrorista callejero en las filas de Jarrai; luego, como miembro del brazo político de la banda bajo las siglas de Herri Batasuna; más tarde, en la clandestinidad, ingresando en la propia organización armada; y ahora, como fichaje para la tertulia en euskera Debatea, donde se le permite que ensalce como un "gran tipo" a quien, como Santi Potros, es responsable del asesinato de 21 personas.
Pero, en fin, en esas estamos y en esas vamos a seguir, a mayor escarnio de la dignidad, la memoria y la justicia debida a las víctimas del terrorismo.