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EDITORIAL

Esperanza e imperialismo en América Latina

Lo retórico es preguntarse hacia qué América siente simpatía el presidente del Gobierno de España. Lo preocupante es sacar las conclusiones adecuadas de la querencia de Zapatero por Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales.

El presidente de México saliente, Vicente Fox, ha urgido a las democracias occidentales a permitir una de las libertades más esenciales del ser humano: la de comerciar libremente. Europa y Estados Unidos siguen cerrados a muchas importaciones de vital importancia para el desarrollo de los países pobres, como las agrícolas. De este modo, además, consiguen dos grandes logros domésticos: aumentar tanto el precio de los productos alimenticios para los consumidores como los impuestos que éstos deben aportar para sostener la poca competitividad del sector en ambos bloques comerciales.

La sensatez mostrada por Fox se encuentra en el reconocimiento de las libertades de los ciudadanos, entre las que se encuentran las comerciales, como la base del progreso. Algo que comparte con su sucesor, Felipe Calderón, triunfante sobre el enloquecido populista López Obrador, lo que permite albergar alguna esperanza sobre el futuro de México. Una esperanza que, en general, brilla por su ausencia en Hispanoamérica y que encuentra en la Colombia de Uribe a su más brillante representante. Un mandatario que ha recibido un apoyo masivo de los ciudadanos sin prometer el camino fácil, tantas veces transitado y siempre fracasado del populismo, la demagogia, la cesión ante el terrorismo y la redistribución de rentas desde el Estado. Hoy, Colombia está triunfando en su lucha contra las guerrillas comunistas y se prepara para firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos crucial para el futuro de quienes trabajan y comercian para prosperar en el país andino.

Desgraciadamente, otras son las voces que cada vez más se escuchan en esos países, nuestros hermanos en la lengua y en la historia. Son voces como las de los secretarios generales de los partidos comunistas de unos cincuenta países, incluyendo España, que esta semana están convocados en Venezuela para hablar de "socialismo científico", ese viejo oxímoron. No es más que otra muestra del esfuerzo imperialista del presidente venezolano Hugo Chávez, ávido de extender su poder con el dinero que le procuran los altos precios del petróleo. Fracasados sus intentos de colocar a dos de los suyos en México y Perú, ahora convoca a los representantes del totalitarismo más virulento y aterrador del siglo XX, nazismo incluido, para seguir pergeñando la ruina –que aumenta también en su país pese a esos ingresos extra– de toda nación latinoamericana en la que pueda encontrar un títere al estilo Morales.

La agonizante Cuba de Castro ha encontrado en el mandatario venezolano el báculo de su vejez. Así, los cubanos habrán de soportar un régimen que, sin el apoyo soviético, se caía a trozos. Los subsidios de Chávez han permitido al tirano que lleva sojuzgando medio siglo al pueblo cubano cerrar aún más la llave de las libertades. Zapatero le ha dado un respiro internacional logrando que la UE apoye un "diálogo" imposible. Evo Morales se ha asegurado con las nacionalizaciones y expropiaciones una mayor pobreza para los bolivianos. Zapatero lo apoyó prometiendo doblar la ayuda española a Bolivia si ganaba las elecciones. Además, el "pacifista" se monta negocietes bélicos con un Chávez cada vez más desquiciado.

Lo retórico es preguntarse hacia qué América siente simpatía el presidente del Gobierno de España. Lo preocupante es sacar las conclusiones adecuadas de la querencia de Zapatero por Hugo Chávez, Fidel Castro y Evo Morales; conclusiones sobre el modelo que el líder del PSOE desea para nuestro país.

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