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EDITORIAL

ETA cambia de estrategia

Los crímenes más recientes cometidos en España y Francia avalan la tesis de que la banda terrorista ETA está cambiando de estrategia. El asesinato de policías autónomos vascos, perseguido sistemáticamente y conseguido después de que fallase la bomba escondida en una pancarta, prueba que la Ertzantza, uno de los “eslabones débiles” de la legalidad en el País Vasco, es objetivo prioritario de la banda. Es inevitable que mientras sea un apéndice uniformado del PNV, aliado estratégico de ETA, los terroristas traten de limitar al máximo su eficacia y de dejar en ridículo a sus responsables. En el caso del consejero de Interior, Javier Balza, no hacen falta grandes ayudas para que quede por debajo de su cargo. Su permanencia en un puesto para el que ha acreditado sobradamente falta de cualidades fue un acto de prepotencia de Arzallus e Ibarretxe tras las elecciones autonómicas. Ahora constituye en sí mismo un patético espectáculo en el que no se sabe qué resulta más lamentable: la miseria moral del nacionalismo o la inoperancia policial de un antipolicía.

Pero que, según sus cánones marxistas, los etarras pongan de manifiesto y agraven las “contradicciones objetivas” de sus socios derechistas del Gobierno vasco (PNV-EA-IU)
entraría dentro de la lógica de una organización revolucionaria. Unidad nacionalista, sí, pero bajo su dirección y hegemonía indiscutidas. En cada entierro de cada policía autónomo coincidirán dos culpabilidades, la activa de la ETA y la pasiva del Gobierno vasco, que difícilmente van a poder endosar a los partidos españolistas, aunque lo intentarán. Pero se trata de un problema esencialmente interno. De ETA con el PNV y de éste con la legalidad.

Más novedoso es el designio de matar a cualquier gendarme francés que trate de detener o simplemente de identificar a un etarra en el país vecino. Esto sí que supone un cambio, que según algunos medios obedece a la evolución interna del separatismo vasco-francés, una de cuyas facciones podría caer en la órbita etarra. Lo más probable, sin embargo, es que obedezca a que ETA sí se ha dado cuenta de que el mundo ha cambiado después del 11 de septiembre y que se dispone a atrincherarse en una estrategia de máxima dureza, máxima crueldad y relativo aislamiento político. El fracaso de HB en las últimas elecciones, las limitaciones del Gobierno vasco y el proyecto de referéndum separatista por parte del PNV-EA-IU hacen que los terroristas no tengan mucho que perder en lo político. Pero que dan por hecho que en lo policial les esperan tiempos muy duros. En vez de la estrategia irlandesa --que era más bien la del PNV-- los terroristas parecen optar por una estrategia peruana, a lo Sendero Luminoso. Ellos van a dedicarse a matar dejando que otros busquen las explicaciones y las soluciones, es decir las negociaciones de rendición. Para eso están los nacionalistas y el “comando negociador” Elkarri-Madrid, que, por más que se envilezca, tampoco comprará la seguridad de sus agentes con su alevosa traición a la España constitucional y a las víctimas del terrorismo. El asesinato de Lluch lo demuestra.

Habrá que seguir analizando este cambio en la estrategia terrorista tras el 11 de septiembre, de la que hasta ahora sólo conocemos esa ruptura con sus “escudos legales” en España y Francia. Es preciso vigilar su evolución y, lo que es más importante, preparar una defensa eficaz que convierta su apuesta radical en un radical fracaso. De momento, preparémonos para una ofensiva todavía más dura, generalizada y salvaje; aunque, a la larga, la situación quede mucho menos oscura y el camino expedito para la ilegalización de todo el entramado terrorista. ETA parece haberlo descontado ya. Porque son asesinos, pero no imbéciles.

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