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EDITORIAL

ETA en los presupuestos

Cabe preguntarse en qué cifran la dignidad de las víctimas del terrorismo quienes mercadean con una nueva negociación con los criminales de ETA para mantenerse en el poder unos pocos meses más.

Toda persona interesada por la actualidad política debería empezar por preguntarse qué tienen que ver los Presupuestos Generales del Estado con los nombres oficiales de las tres provincias vascas. Y la respuesta, por muchas vueltas que se le dieran, es que nada; nada, excepto que Zapatero necesita sobrevivir en el Gobierno al menos hasta las próximas elecciones municipales, lo cual constituye un motivo más que suficiente para someterse a cualesquiera de las condiciones que el PNV, siempre tan preocupado por el bienestar de los españoles, le ha puesto para ofrecerle su apoyo. Aparte del cambio de denominación lingüística, los nacionalistas también han arrancado de este desesperado Ejecutivo numerosos gastos de infraestructuras y la ruptura de la caja única de la Seguridad Social, un paso que ningún Gobierno, de izquierdas o derechas, había estado dispuesto a dar hasta ahora.

Pese a lo escandaloso del trueque político, alguien podría argumentar que los nacionalistas vascos han tenido sentido de estado porque en la situación actual no podíamos permitirnos prorrogar los presupuestos del año pasado. Pero, si ese fuera el caso, en lugar de demandar privilegios para el País Vasco, le habrían exigido a Zapatero una austeridad que brilla por su ausencia en estas cuentas públicas (y que también habría beneficiado a los propios vascos). Sin embargo, y sobre todo, no habrían incluido a ETA en esta negociación.

Y es que, por más que Alonso niegue que el proceso de rendición ante los asesinos haya entrado en las conversaciones, tanto Urkullu como Egibar han confirmado que eso que llaman "consolidar espacios de pacificación" ha sido un punto clave. ¿Son creíbles sus afirmaciones? Los dirigentes del PNV no tienen por qué merecernos más crédito que el PSOE, pero resulta difícil encontrar otra explicación razonable al hecho de que Rubalcaba, ministro de Interior, haya participado en las negociaciones de estos presupuestos. ¿Por qué otro motivo, si no, se le encargaría al gestor de la seguridad interna del Estado discutir asuntos crematísticos?

Así las cosas, el resultado de mezclar la crisis económica con el proceso de cesión ante ETA sólo puede ser nefasto tanto para nuestra seguridad como para nuestra prosperidad. En los próximos meses habrá que recordar que la falta de fondos por los que muchas regiones deberán paralizar sus proyectos de infraestructuras habrá que encontrarlo en el abuso de los nacionalistas vascos merced a este acuerdo. Pero también los ciudadanos vascos que sufren como todos los demás españoles las desastrosas políticas de Zapatero deberán preguntarse si las habituales concesiones a su casta política local les resultan en el fondo tan valiosas. ¿Qué es mejor, completar más rápidamente la "Y vasca" o acortar la agonía de un Gobierno incapaz de afrontar la crisis?

Pero, sobre todo, cabe preguntarse en qué cifran la dignidad de las víctimas del terrorismo quienes mercadean con una nueva negociación con los criminales de ETA para mantenerse en el poder unos pocos meses más; sobre todo después de que en la pasada legislastura ya cosecharan un estrepitoso y sangriento fracaso.

Es un lugar común que Zapatero debe dimitir y convocar elecciones por el bien de nuestra economía. Pero no sólo por eso; siendo la economía esencial para nuestras vidas y para nuestro futuro, ésta no lo es todo. Estas negociaciones vuelven a recordarnos en qué poco estima el PSOE lo más sagrado, la libertad y la dignidad que deberían encontrarse en la base de nuestra Nación. Un suicidio perpetrado con el único fin de malvivir unos meses más en el poder. Nada que por otro lado no pudiera esperarse del Gobierno del 11-M.

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