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EDITORIAL

Felipe VI, Artur Mas y la Nación

Artur Mas debe tener claro que, en una infame negociación de la ruptura de España, Felipe VI ni está ni se le espera.

El presidente de la Generalidad, Artur Mas, ya volvió a dejar muy clara su voluntad de seguir adelante con su proyecto secesionista el mismo día en que D. Juan Carlos anunció su deseo de abdicar: "Habrá cambio de rey, habrá cambio en la Jefatura del Estado español, pero no en el proceso político que está siguiendo el pueblo de Cataluña para que el 9 de noviembre podamos decidir nuestro futuro colectivo". Habida cuenta de la persistencia de esta rebelión institucional, era comprensible que los representantes de CiU negaran, pocos días después, su respaldo a la ley de sucesión a la Corona, símbolo de la unidad y permanencia de la Nación.

Lo que no tendría lógica alguna y, por el contrario, constituiría un primer y garrafal error por parte del nuevo rey es que Don Felipe, tras la insultante abstención de los nacionalistas en el Congreso y su persistente desafío a la Nación, recibiera en audiencia a Artur Mas, tal y como pretende éste para "convencerle" de la conveniencia de celebrar la ilegal consulta secesionista.

El presidente autonómico catalán se ha mostrado este miércoles esperanzado por el "nuevo escenario" que constituye un nuevo reinado y con el "papel moderador entre instituciones" que corresponde al monarca. Junto a estos guiños en búsqueda de la complicidad del nuevo monarca y diversas apelaciones al "diálogo", Mas ha amenazado con un "conflicto civilizado" en caso de que el Gobierno se oponga a sus planes y añadido: "Será mejor para todos que en Cataluña se haga la consulta del 9-N, aunque no esté autorizada por el Gobierno".

Al margen de que en una monarquía parlamentaria el monarca reina pero no gobierna, Don Felipe pervertiría y traicionaría tanto su auctoritas como su papel de "arbitraje y moderación" si los pusiera a disposición de quienes quieren quebrar de forma tan radical nuestro ordenamiento constitucional. Cuando para una de las "partes en conflicto" el conflicto radica en la existencia misma de la Nación, sobre la que se asienta el entero orden constitucional y la propia Corona, cualquier mediación, cualquier condescendencia, cualquier "hablando se entiende la gente", lejos de para moderar, sirve para radicalizar y dar todavía más alas a los promotores de la rebelión.

El golpe institucional planteado por Artur Mas, no por más pacífico en las formas, resulta menos grave. Si Mas busca un gesto de complicidad en el futuro rey es porque sabe de los complejos de un Gobierno que, renuente a abortar el conflicto desde la firmeza y desde el imperio de la ley, también busca una ominosa solución dialogada.

En cualquier caso, confiemos en que el nuevo Rey no trate de contentar a quienes ni se van a contentar ni merecen ser contentados. Artur Mas debe tener claro que para negociar la ruptura de España, Felipe VI ni está ni se le espera.

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