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EDITORIAL

Fernández Ochoa, el adiós de un campeón

El inopinado triunfo de Paquito en Sapporo no fue fruto de la casualidad ni de una inesperada vocación alpina del Comité Olímpico Español, sino de muchos años de esfuerzo y dedicación en un país en el que el esquí era un deporte exótico.

En una época en la que nadie en España ganaba medallas de oro, un madrileño de Cercedilla se trajo una desde el otro lado del mundo, desde la lejana Sapporo, en Japón. Y la consiguió en el deporte más insospechado: el esquí alpino. La gesta de aquel 13 de febrero de 1972 ha pasado a los anales del deporte nacional. Y no es para menos. Francisco Fernández Ochoa, Paquito, era el primer español en conquistar el oro olímpico desde 1928, año en que la selección nacional de Hípica se hizo con el preciado metal en las Olimpiadas de Amsterdam. Fue también el primero en hacerlo en solitario y, al menos hasta ahora, el primero y el último en ganar una medalla de oro olímpica en una disciplina como la del esquí.

El inopinado triunfo de Paquito en Sapporo no fue fruto de la casualidad ni de una inesperada vocación alpina del Comité Olímpico Español, sino de muchos años de esfuerzo y dedicación en un país en el que el esquí era un deporte exótico cuya práctica estaba al alcance de sólo unos pocos. Paquito no pertenecía a ellos pero, a cambio, tuvo la inmensa fortuna de nacer y crecer a la sombra del Guadarrama, cuyas nieves recias han forjado los mejores esquiadores de España durante décadas. Los Fernández Ochoa, con Paquito a su cabeza, son una auténtica dinastía de esquiadores españoles –acaso la única–, que han llevado con orgullo por todo el mundo el nombre de nuestro país, que sol tiene mucho, pero nieve y buenos esquiadores también.

Pero Paquito no sólo fue un campeón en las pistas, lo fue también en la vida. Tras su retiro del esquí de competición se afincó en Estados Unidos y más tarde regresó a España. Su vida siempre estuvo ligada al deporte blanco que le había dado todo. Fundó una tienda de ropa deportiva, fue comentarista de televisión y prestó su apoyo a todo cuanto venía en ayuda de su deporte favorito. Su muerte es una gran pérdida porque con Paquito Fernández Ochoa se va un gran ser humano, un hombre de una pieza que nunca se dio por vencido, un campeón de los pies a la cabeza.

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