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EDITORIAL

Fidalgo tiene razón

Muy pocas familias, si es que hay alguna, decidirán tener un hijo más debido a este pago "social". Sin embargo, su coste se hará notar, especialmente cuando lleguen las vacas flacas y la economía deje de crecer.

Resulta difícil encontrar ocasiones en que podamos estar de acuerdo con un líder sindical, especialmente en lo que se refiere a medidas sociales adoptadas por el Gobierno. Y es que, como suele recordar con cierta sorna nuestro colaborador Carlos Rodríguez Braun, cuando se utiliza el adjetivo "social" lo que se quiere decir en realidad es que paga otro. En el caso que nos ocupa, el premio de 2.500 euros por tener un hijo propuesto por Zapatero en el debate sobre el estado de la Nación resulta especialmente electoralista, caro e inútil. Muy pocas familias, si es que hay alguna, decidirán tener un hijo más debido a este pago "social". Sin embargo, su coste se hará notar, especialmente cuando lleguen las vacas flacas y la economía deje de crecer.

No estamos sugiriendo que el montante deba aumentar, por ejemplo, hasta los 3.000 euros que el Partido Popular llevaba en su programa marco, tan liberal, para las elecciones autonómicas y municipales. Si se incrementara lo suficiente como para tener efecto, produciría el efecto perverso de crear familias improductivas especializadas en el único empleo de traer niños al mundo, como ha sucedido en otros países, con el consiguiente aumento exponencial del gasto en ayudas "sociales" y las dificultades del sector privado para afrontarlo

El anuncio de Zapatero es un efecto más de la perniciosa espiral en la que han entrado las democracias liberales de comprar votos a base de regalos a distintos grupos. Gracias a medidas como ésta, la prosperidad y la libertad se ven progresivamente mermadas por la generosidad de los políticos con el dinero ajeno. No deja de ser una agradable novedad que sea un sindicalista como Fidalgo quien lo denuncie.

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