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EDITORIAL

Fracaso monumental de Rajoy y Soraya

Había que esforzarse mucho para perder 500.000 votos en tres años, un tercio de los de 2012, pero Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría lo han logrado.

El PSOE ha ganado, otra vez, las elecciones autonómicas en Andalucía, y además lo ha hecho con claridad y con un resultado por encima de lo esperado. Es un éxito personal para Susana Díaz, que en la práctica podrá gobernar con bastante comodidad y sin necesidad de pactos con otras fuerzas, al menos hasta que el panorama político se aclare, en el sentido que sea, después de las generales.

Sin duda, repetir en la actual situación los 47 escaños que obtuvo el PSOE hace tres años es un buen resultado para Díaz, pero tampoco hay que perder de vista de que ese éxito ha sido posible gracias al descalabro del PP, ya que los socialistas han estado claramente por debajo del que había sido, hasta ahora, su peor resultado en toda la historia de las elecciones autonómicas.

La noche electoral andaluza deja otro gran ganador: Albert Rivera, que ha pasado de la nada a tener nueve escaños en un par de meses, y eso a pesar de que su nombre no gustase a un más que desafortunado líder popular. Ciudadanos ha demostrado en Andalucía que ya es una opción política con posibilidades reales, un voto útil que logra representación parlamentaria y que tiene una proyección enorme, sobre todo ante un PP que parece empeñado en suicidarse.

Los populares son, sin duda, los grandes derrotados de estas elecciones, pero sería muy injusto culpar de ello sólo al candidato Juan Manuel Moreno Bonilla, que lo cierto es que ha hecho una campaña digna y que sólo lleva un año como líder regional.

No, los grandes culpables de esta monumental derrota no estaban este domingo en Andalucía porque además, en un último rasgo de cobardía, ni siquiera han ido apoyar al candidato que ellos, Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, habían impuesto al PP andaluz. Impuesto contra la opinión de todo el partido y contra toda lógica política: cualquiera podía haberse dado cuenta de que un perfecto desconocido, elegido por el método del dedazo y cayendo en paracaídas, era un seguro para el fracaso.

Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría son también los grandes responsables de una gestión que se ha caracterizado por ofender continuamente a sus votantes, no sólo por una política económica que ha machacado a la clase media, los emprendedores, los profesionales y los autónomos, que son su granero natural de votos, sino también por otras cuestiones –lucha antiterrorista, corrupción, politización de la justicia, política exterior…–, en las que han renunciado de plano a todo aquello que caracterizaba al PP.

Había que esforzarse mucho para perder 500.000 votos en sólo tres años, un tercio de los que lograron en 2012, y en unas elecciones con un mayor índice de participación, pero Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría lo han logrado. Un descalabro del que deberían tomar nota todos los dirigentes regionales de un partido al que su presidente y su círculo más cercano están llevando a un precipicio que puede ser mortal.

El descalabro absoluto del PP tiene una consecuencia extra: en conjunto la izquierda ha arrasado en estas elecciones, ya que al triunfo del PSOE hay que añadir el resultado de Podemos y el que ha obtenido una IU que a duras penas resiste el envite de unos y otros. El porcentaje es demoledor: más del 57% de los andaluces han votado a la izquierda y a la extrema izquierda, que juntas acaparan 67 de los 109 diputados del Parlamento regional.

El de Podemos es otro resultado que es necesario analizar: no es ni mucho menos malo para un partido que no estaba en las instituciones andaluzas, pero es bastante peor de lo que se podía esperar de los que llevan prácticamente un año protagonizando la vida política española y cuya presencia en los medios es permanente. El boom de los de Pablo Iglesias no ha llegado y, al final, parece que logran poco más que quedarse con el electorado de Izquierda Unida y el ala más radical del PSOE: mucho más de lo lógico para un partido de extrema izquierda y chavista, pero mucho menos de lo que cabría esperar de la formación transversal y socialdemócrata que pretenden ser.

Por último, hay otras dos formaciones para las que esta noche supone un severísimo varapalo, pese a que probablemente merecerían mejor suerte: tanto UPyD como Vox han fracasado sin paliativos y, pese a que ambos han tenido que remar en contra de casi todo, también han cometido errores de bulto que les han llevado a una situación que sin duda compromete su propio futuro como partidos políticos. Y es que el empecinamiento de Rosa Díez en no pactar con Ciudadanos es un error histórico que se está llevando por delante a un partido que ha hecho un gran trabajo en el Congreso de los Diputados.

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