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EDITORIAL

Francia, la hora de las reformas

Pero la predilección de Francia por Sarkozy no deja al Gobierno de Zapatero en buen lugar. Él, que presumía de acercarse al corazón de Europa, se ha quedado con Romano Prodi como único aliado en el continente.

Los franceses han hablado, y lo han hecho para colocar a Nicolas Sarkozy como nuevo presidente de la República, el hombre que marcará el destino de nuestro país vecino durante los próximos años. La primera vuelta planteó a los franceses dos opciones muy fuertes y muy claras. Por un lado la huida hacia adelante que representaba el socialismo de Ségolène Royal, plasmado en su programa de cien puntos para la destrucción de lo que queda de la Francia más activa; por el otro el candidato del centro derecha, que era también el de las reformas, el del cambio. La altísima participación en las dos vueltas indicaba una insatisfacción muy notable de los franceses con el estado de su nación, y la victoria de Sarkozy muestra a su vez su deseo mayoritario de cambio.

El nuevo presidente ha considerado la posibilidad de retirarse unos días a un monasterio para reflexionar sobre la tarea que se le viene encima. No es menor, desde luego. Nicolas Sarkozy se ha propuesto reducir la pesada burocracia francesa, liberalizar el mercado de trabajo, recortar los impuestos sobre la renta y los beneficios empresariales. Por si todo ello resultara poco chocante dentro del escenario político francés, Sarko habla con soltura y convencimiento de responsabilidad, esfuerzo, e iniciativa personal. No tendrá fácil llevar a cabo su programa, porque supone un verdadero cambio de rumbo y porque se enfrentará a lo que Milton y Rose Friedman llamaban la tiranía del statu quo, y que consiste en ese apego de ciertos sectores a sus beneficios y privilegios. No los soltarán sin lucha.

Ahora se abre un período en el que se estudiará con lupa cada gesto que haga, pero no podrá iniciar verdaderamente su programa hasta las próximas elecciones legislativas, previstas para el próximo julio. Si los franceses, como cabe esperar, refrendan en la Asamblea Nacional la mayoría conservadora, es decir, reformista, Sarkozy contará con todos los elementos en su mano para introducir las necesarias reformas. A partir de ahí, y desde los primeros meses, se verá si en realidad es un gran presidente o un mero seguidor de Jacques Chirac.

Nicolas Sarkozy y Ángela Merkel, ambos de centro derecha, tendrán la tarea de recoger el fracaso de la mal llamada constitución europea para ofrecer un texto alternativo, esperemos que menos parecido a una carta de derechos del funcionario frente a la ciudadanía que lo que era el texto entusiásticamente abrazado por Zapatero y otros. Otros cambios que pueden esperarse de la elección del nuevo presidente francés en Europa son, por un lado una mayor cercanía a los Estados Unidos y por otro, una muestra más de que la entrada de Turquía en la Unión Europea se aleja en lugar de acercarse.

Pero, ¿y España? ¿Qué consecuencias tiene para nuestro país la elección de Sarkozy para la regencia de los destinos de Francia? Por un lado impondrá una política de inmigración en un sentido opuesto a la de Rodríguez Zapatero y a la que tendremos que acercarnos. Por otro lado cabe pensar que la colaboración en la lucha contra ETA está asegurada. Y, al fin, una Francia más abierta y próspera nos conviene desde el punto de vista económico. Pero la predilección de Francia por Sarkozy no deja al Gobierno de Zapatero en buen lugar. Él, que presumía de acercarse al corazón de Europa, se ha quedado con Romano Prodi como único aliado en el continente. Y la posición del italiano no es muy fuerte, precisamente, ni en Europa ni en su propio país. La política exterior de nuestro presidente nos deja en una posición cada vez más aislada.

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