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EDITORIAL

Frente popular contra el PP

El pacto "anti-PP" de Murcia beneficia a las fuerzas de izquierda, en detrimento de las posibilidades de otras formaciones como Ciudadanos o UPyD.

Los acontecimientos políticos protagonizados en las últimas cuarenta y ocho horas en Murcia por los principales rivales del PP, con la firma de un acuerdo para excluir a esta fuerza política de cualquier pacto postelectoral, ponen de manifiesto una estrategia que beneficia a las fuerzas de izquierda en detrimento de las posibilidades otros partidos, cuya presencia en ese pacto no va a ser fácil explicar a sus militantes. Es el caso de UPyD y de Ciudadanos, si bien en el partido de Albert Rivera han sabido a ver a tiempo la trampa en la que se estaban metiendo y han reaccionado como era de esperar.

El argumento utilizado en Murcia para reeditar el famoso "cordón sanitario" que aislase al PP en las instituciones ha sido la presencia en sus listas de candidatos inmersos en procesos judiciales. La cuestión, sin embargo, es más compleja de lo que pretende hacerse creer a los votantes, puesto que una catarata de querellas del PSOE contra un candidato rival, como ha ocurrido en Murcia, puede propiciar ese supuesto tan sólo con que una de ellas prospere en el ámbito judicial, al margen de que pasado el tiempo sea archivada junto con todas las demás.

En realidad, lo que se ha hecho en Murcia bajo pretexto de luchar contra la corrupción es alfombrar un acuerdo futuro para expulsar al PP del Gobierno autonómico en caso de que no obtenga la mayoría absoluta. No de otra forma puede entenderse que esta alianza de siglas para la "regeneración democrática" esté liderada por el PSOE, el partido que protagoniza en Andalucía el mayor escándalo de nuestra historia democrática, lo que no le impide en la provincia limítrofe intentar dar lecciones de ética política con el apoyo de IU -Ganemos la Región de Murcia-, Podemos y, asombrosamente, también de UPyD.

Si estamos ante un hecho puntual o una operación de mayor calado que va a reeditarse en el resto de España de cara al 24-M es algo que vamos a saber muy pronto, porque los partidos con posibilidades de victoria en autonomías y ayuntamientos van a pedir a sus rivales que concreten su postura al respecto durante la inminente campaña electoral. Los de izquierda, encabezados por el PSOE, han visto en estas elecciones la posibilidad de expulsar de una vez al PP de las instituciones que gobierna, después de dos décadas de continuas derrotas. La fragmentación del voto, el surgimiento de nuevos partidos y, sobre todo, la imagen desastrosa de Rajoy y su Gobierno de cara a sus electores tradicionales, constituyen una garantía de que, esta vez, la izquierda puede arrebatar el poder a su principal rival político.

Rajoy ha convertido al PP en un partido tóxico, cuya proximidad tratan de evitar el resto de formaciones –incluidas las más próximas a su ideario-, para no perjudicar sus posibilidades electorales. Ahora bien, una cosa es eludir legítimamente cualquier identificación con unas siglas degradadas por culpa de sus dirigentes y otra bien distinta alfombrar la llegada al poder de unos partidos de izquierdas, cuyo pasado en las instituciones que ahora tratan de recuperar todavía provoca escalofríos en los ciudadanos que vivieron la experiencia.

Ciudadanos, al contrario que UPyD -la contumacia de sus líderes poco tiene que envidiar a la de los dirigentes de Génova-, ha sabido evitar a tiempo este auténtico abrazo de oso que podría acarrearle un perjuicio a nivel nacional mucho mayor que el discutible éxito futuro en una pequeña comunidad uniprovincial.

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