Menú
EDITORIAL

Fue ETA, pero si hubiera sido Al Qaeda, ¿qué?

La horrible masacre que padeció Madrid ayer quedará grabada para siempre en la memoria de todos los españoles. Porque, a pesar de ser, después de Israel, el país más castigado por la lacra del terrorismo, España, los españoles, jamás habíamos tenido que enfrentarnos a tanto horror concentrado en un solo día. Si todos los españoles de bien lloramos cuando vimos desmoronarse las Torres Gemelas, hoy tenemos el alma rota. Porque se trata de compatriotas nuestros, en algunos casos de parientes, amigos, vecinos o compañeros de trabajo. Se trata, también, de ciudadanos de otros países que eligieron España para vivir y para trabajar con nosotros, que buscaban más libertad y mejores oportunidades para ellos y para sus familias, y que nos ayudaban a consolidar nuestra prosperidad y nuestro bienestar. Pero, por desgracia, no escasean quienes, con cadáveres aún pendientes de identificar y con heridos que se debaten entre la vida y la muerte, pretenden encaramarse sobre las víctimas de la tragedia para otear posibilidades políticas en función de quiénes sean los autores de la atrocidad. No faltan quienes desean arrimar el ascua del dolor, la tristeza y la rabia de los españoles a las putrefactas sardinas de su incorregible sectarismo.
 
Todos los españoles deseamos saber con absoluta certeza quiénes hicieron volar esos trenes repletos de ciudadanos pacíficos e indefensos que iban a estudiar o a ganarse el pan. Pero mientras no se demuestre lo contrario, todos los españoles decentes, todos los españoles que tenemos memoria, sólo podemos señalar a un sospechoso: a la ETA. Porque fue Belén González Peñalba, uno de los interlocutores de la banda durante la tregua-trampa –cuando los españoles y el Gobierno de la Nación, en nuestro deseo de paz, en nuestra ingenuidad y nuestra buena fe, todavía creíamos que “hablando se entiende la gente”– la que dijo que en el momento en que los etarras quisieran negociar pondrían cien cadáveres sobre la mesa. Eran etarras los que intentaron atentar en Baqueira. Fueron etarras los que intentaron volar la Estación de Chamartín. Y eran etarras los que transportaban 500 kilos de explosivos en una furgoneta para perpetrar su particular 11-S cuando fueron detenidos a tiempo en Cuenca.
 
¿Cambia algo respecto a la ETA, y a quienes negocian protectorados terroristas con los nazis de la boina, la posibilidad de que haya sido Al Qaeda la autora de la masacre? ¿Deberíamos pedir perdón a Otegi y a los contertulios de Carod Rovira en el caso de que los asesinos, en lugar de llevar boina, lleven turbante? ¿Deberíamos pedir perdón a Ben Laden en el caso de que haya sido la ETA? ¿Deberíamos cambiar nuestro marco constitucional y nuestra política antiterrorista si las bombas las colocaron los etarras? ¿Hemos de dar la espalda a nuestros aliados en la lucha contra el terrorismo si las bombas pertenecían a Al Qaeda? ¿Debemos pedir perdón y arrepentirnos por haber ayudado a nuestros aliados a liberar Irak de una atroz tiranía cuya media diaria de asesinatos superaba con creces el número de víctimas que hoy lloramos? ¿Hemos de creer, acaso, que nos habríamos librado del terrorismo islámico si no hubiéramos apoyado a nuestros aliados? ¿Acaso hemos de olvidarnos de que, para los fanáticos del Corán, España es un territorio islámico “usurpado” por los infieles, un territorio que aspiran a “recuperar”? ¿Debemos negociar un protectorado terrorista islámico para toda España, del mismo modo que Carod negoció un protectorado terrorista etarra sólo para Cataluña? ¿Estaríamos dispuestos a traicionar a nuestros aliados y a pagar el precio que ello supondría para nuestra libertad y nuestra dignidad?
 
Deberían responder a estas preguntas quienes muestran más interés en seguir haciendo campaña para los comicios del domingo que en respetar el luto y honrar la memoria de las víctimas. No hace falta nombrarlos, pues son de sobra conocidos.

En España

    0
    comentarios