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EDITORIAL

Gallardón: más gasto, más impuestos

Gallardón cree en el gasto, eso es algo que ya sabíamos, y como contrapartida del mismo, cuando vienen mal dadas, en una fiscalidad sin más miramiento que saber a quien quitar

La deuda del Ayuntamiento de Madrid es la mayor de todos los municipios de España. En poco más de una legislatura, Alberto Ruiz Gallardón ha sextuplicado la deuda que heredó de José María Álvarez del Manzano. A finales de 2007 los madrileños, por obra y gracia de su alcalde, deben una cantidad desorbitada de dinero. Exactamente 6.039 millones de euros; o, lo que es lo mismo, casi una cuarta parte de la deuda de todos los ayuntamientos del país juntos.

Este disparate suele pasar desapercibido al gran público por lo árido de las magnitudes macroeconómicas y por la permanente campaña de imagen que el alcalde se dispensa a sí mismo. Obsesionado con pasar a la historia de la capital a través de proyectos faraónicos como los del soterramiento de la M-30, y empeñado en construirse en el consistorio madrileño un remedo de administración nacional con su vicealcaldía y sus "áreas de Gobierno", Gallardón ha abierto la espita del gasto como si se le fuese la vida en ello.

La crisis, sin embargo, ha terminado por comprometer los cálculos que el equipo económico del ayuntamiento había hecho en los momentos de euforia y altas recaudaciones fiscales. Con el sustancioso aporte de la construcción aletargado y sin expectativas de recuperarse por mucho tiempo, se avecinan malos tiempos para las arcas municipales y, especialmente, para los planes del alcalde, cuya única divisa es el gastar todo lo que pueda en Madrid para hacerse un nombre –y un hueco– en la política nacional.

De ahí su última iniciativa de subir el IAE a las entidades financieras. Una medida típicamente demagógica y populista que mata dos pájaros de un tiro. Por un lado dar un respiro a una recaudación menguante; por otro vender progresismo pata negra subiendo los impuestos a la denostada banca. Esa, en resumen, es su receta para afrontar la crisis. Nada de rebajar los cuantiosos gastos del consistorio, que, en muchísimas ocasiones son totalmente innecesarios. Gallardón cree en el gasto, eso es algo que ya sabíamos, y como contrapartida del mismo, cuando vienen mal dadas, en una fiscalidad sin más miramiento que saber a quien quitar. Si alguna vez llegase a tener aspiraciones de Gobierno ya sabemos a qué atenernos.

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