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EDITORIAL

Gallardón, vía Cobo, contra Aguirre

No sirve al partido, no sirve a sus votantes, no sirve siquiera como cargo público para recibir a las víctimas del terrorismo. Sólo sirve a Gallardón y a sus delirios de convertirse algún día en presidente del Gobierno, y, además, lo hace mal.

No soplan buenos tiempos para Gallardón. Con el cartucho de la Olimpiada agotado y los problemas acumulándose en su despacho, tiene por delante un panorama político y personal bastante amargo. Tal vez por eso esté apretando todo lo posible el acelerador para colocarse en posición de suceder a un Mariano Rajoy cada día más desacreditado fuera y, sobre todo, dentro del partido. Como últimamente al alcalde de Madrid todo le sale mal, desde el fiasco olímpico hasta la tasa de basuras pasando por los parquímetros y la desaforada deuda en la que ha metido a la capital, ha buscado una coartada en la sucesión de Miguel Blesa al frente de Caja Madrid para atacar a Esperanza Aguirre, la única en el Partido Popular que puede obstaculizar sus planes.

Respecto a lo que ha hecho estallar el conflicto: el control de Caja Madrid, lo mejor sería, como con el resto de cajas, ponerla en manos de inversores privados. Así se acabarían de una vez por todas estos tejemanejes y serían las Juntas de Accionistas y no los políticos quienes elegirían al presidente. Esto, claro, hoy por hoy es pura ciencia ficción. La clase política sin importar partido tiene en las cajas de ahorros un instrumento financiero muy suculento que les permite disponer, al contado, de poder, influencia y dinero. 

Pero para Gallardón, a través siempre de su escudero Manuel Cobo, a quien suele utilizar como ariete para sus ajustes de cuentas personales, la cuestión de Caja Madrid es puramente anecdótica, un simple recurso de paso para acometer contra Esperanza Aguirre, a quien se la tiene jurada desde hace años. Lo hace, para más inri, desde El País, un diario que le hace la vida imposible al PP pero que, sin embargo, siempre ha estado en muy buenos términos con Cobo y con su jefe. Porque Manuel Cobo no conoce más lealtad que la profesa a Ruiz Gallardón. Sin él no era más que un leonés venido a Madrid en búsqueda de oportunidades. Con él lo ha sido todo, desde diputado autonómico cuando Gallardón ocupaba primero la oposición regional y luego la presidencia hasta vicealcalde de la capital, pomposo e inexistente título inventado para él, ya que el segundo de alcalde se llama teniente no vicealcalde.

Por eso, por puro y lacayuno agradecimiento Cobo se presta a estos encargos que Gallardón ni quiere, ni sabe hacer. Cobo creó de la nada con ayuda de sus amigos de Prisa el escándalo del espionaje dentro del PP madrileño. Cobo cargó contra Rajoy acusándole de interponerse entre su jefe y la sucesión de Aznar. Años más tarde, el mismo Cobo acusó a Esperanza Aguirre, convertida ya en su villana particular, de postularse como recambio de Rajoy, sin ninguna prueba, naturalmente. Cobo, en la misma línea, siguió acusando, sin pruebas de nuevo, a la presidenta de la Comunidad de Madrid de buscar el desgaste y de perjudicar a Rajoy. Cobo, en resumidas cuentas, perdió un congreso regional al que se presentó a poner la cara porque su patrón temía darla.

La hemeroteca desnuda al personaje y le pone en su sitio. Ya es hora de que el Partido Popular tome medidas contra él por su continua provocación y su perseverancia en el insulto y la mentira. No sirve al partido, no sirve a sus votantes, no sirve siquiera como cargo público para recibir a las víctimas del terrorismo. Sólo sirve a Gallardón y a sus delirios de convertirse algún día en presidente del Gobierno, y, además, lo hace mal.

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