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EDITORIAL

Garzón cabalga de nuevo

La causa de los que secuestran y decapitan occidentales en Irak es la misma que los que secuestraron y asesinaron a Miguel Ángel Blanco; ninguna salvo el crimen por el crimen

Llevaba mucho tiempo el superjuez de la Audiencia Nacional sin regalar titulares a la prensa. Eso, para el que quizá sea el magistrado más mediático de la historia judicial española, debe ser algo intolerable. Desde México, adonde ha acudido para dar una charla sobre temas jurídicos, se ha destapado con una reflexión que, viniendo de quien viene, da que pensar.
 
Según ha afirmado Baltasar Garzón, antes de la intervención aliada en Irak en este país no existía ninguna banda terrorista y ahora hay lo menos treinta dando guerra a diario. No contento con semejante majadería propia de un militante antiglobalización, ha rematado la faena asegurando que contra el terrorismo la única vía posible es la de la “cooperación a todos los niveles”.
 
De lo primero casi huelga el comentario. Hasta abril de 2003, mes en que fue defenestrado Sadam, en Irak había algo peor que una banda terrorista, algo mucho peor; una cuadrilla genocida instalada en el Gobierno a costa de sus más de 30 millones de habitantes. El daño que la miríada de ejércitos islámicos y demás asimilados bárbaros están ocasionando al pueblo iraquí es inmenso, de eso no cabe duda, pero incomparablemente menor del que le infligió el régimen asesino y criminal de Sadam Hussein. De los primeros, del archipiélago terrorista que asola hoy Irak, no cabe esperar más que su pronta desactivación por parte de las fuerzas gubernamentales e internacionales. Del segundo, del régimen infame que subyugó Irak por un cuarto de siglo, nadie se hizo cargo hasta que la alianza promovida por la Casa Blanca lo desmontó en una expeditiva intervención militar.
 
Lo segundo que ha dicho Garzón en México es más preocupante. El juez español que ha desempeñado un papel capital en el acoso y derribo de la banda terrorista ETA no puede, y no debe, desbarrar de ese modo en un tema tan delicado. Frente al terrorismo sólo cabe la firmeza, y prueba de ello es su experiencia en los sumarios que ha llevado personalmente. No hay cooperación posible, no existe punto intermedio. O se está contra la hidra terrorista o se está a sus expensas. El caso español es bien ilustrativo al respecto. Sólo cuando todas y cada una de las fuerzas vivas de la Nación se plantaron ante el monstruo éste reculó y se puso a la defensiva. 
 
El régimen de Sadam Hussein no quería cooperar. Expulsó a los inspectores de Naciones Unidas y no dudó en desafiar a la comunidad internacional siempre que lo creyó necesario. Desató dos guerras internacionales con dos de sus vecinos y, en el interior, practicó una represión a tal escala que no es aventurado decir que Irak, durante más de veinte años, fue una gigantesca cámara de torturas. Ante semejantes credenciales no existe cooperación posible. El lenguaje de la fuerza es el único que entiende este tipo de individuos. Es triste, pero es así. La historia del siglo XX es pródiga en casos parecidos, desde Hitler a Mussolini pasando por Ceaucescu.
 
Las organizaciones terroristas que están bañando Irak en sangre y dolor no son muy diferentes al tirano que las precedió. No tienen interés alguno ni en dialogar ni en cooperar. Su plan, cada una tendrá uno diferente, es unívoco y siempre pasa por la aniquilación del contrario. Para hacerlas frente sólo vale la fuerza sabiamente aplicada y la firmeza de los gobernantes democráticos. Ellos han declarado la guerra no nosotros, ellos son los que han volado las Torres Gemelas, los que han hecho estallar tres trenes en Madrid o los que han dinamitado una discoteca en Bali. Quizá Garzón lo vea de otro modo e, íntimamente, considere que los terroristas luchan por alguna suerte de causa justa. No es así. La causa de los que secuestran y decapitan occidentales en Irak es la misma que los que secuestraron y asesinaron a Miguel Ángel Blanco; ninguna salvo el crimen por el crimen.
 
Si Garzón, después de los servicios que ha rendido a la causa de la libertad en España, se deja seducir por los cantos de sirena del neoprogresismo cobarde es que algo falla en su razonamiento. Debería reflexionarlo o explicarse mejor.

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