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EDITORIAL

Golpe separatista: en juego, la libertad de todos

Esta historia ominosa tiene que tener un final justo y ejemplar, con vencedores, los defensores del Estado de derecho, y vencidos, los golpistas que andan empeñados en provocar su colapso.

Cataluña está viviendo tiempos de auténtico oprobio por culpa de una casta separatista corrupta hasta los tuétanos y moralmente podrida. Una casta cobarde, resentida, que está llevando al Principado al despeñadero y que, con sus dichos y hechos, demuestra ser el peor enemigo de la tierra que dice defender y en la que pretende instaurar un Estado de nuevo cuño. Un Estado que irremediablemente heredaría las lacras y taras de sus artífices. Un Estado, así pues, fallido y canalla.

Los separatistas detestan la Cataluña real y por esto la están dinamitando, inyectándole odio, envenenando la convivencia, devastando sus instituciones y organizaciones intermedias. Como fanáticos totalitarios que son, están apostando al cuanto peor mejor y deseando que ocurra una desgracia para que su golpe liberticida se imponga por la vía de los hechos consumados en una atmósfera cargada de inquina.

Tiene razón el fiscal general del Estado, José Manuel Maza, al advertir de que lo que buscan los golpistas es "una reacción desproporcionada", y es lógico que encarezca que se actúe con extraordinaria prudencia. Pero el objetivo tiene que ser inamovible y claro: hay que ir a por ellos con todas las armas de la Ley en la mano, derrotarlos y castigarlos. No se debe dejar de hacer nada que sea necesario, y esta historia ominosa tiene que tener un final justo y ejemplar, con vencedores, los defensores del Estado de derecho, y vencidos, los golpistas que andan empeñados en provocar su colapso.

Está en juego la libertad de todos.

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