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EDITORIAL

¿Habrá que reponer a Sadam en el poder?

A despecho del trágico desenlace que tuvo su anterior “exclusiva”, la BBC reincide en la cuestión de las armas de Sadam para asegurar esta vez que el Grupo de Reconocimiento de Irak –1.400 científicos, soldados y expertos de inteligencia que buscan pruebas de los programas de armas de destrucción masiva de Sadam– dirigido por David Kay ha concluido en su informe preliminar que “no hay pruebas” de las armas de Sadam. Poco importa que apenas hayan transcurrido cuatro meses, siquiera el tiempo necesario para organizar los equipos y realizar los primeros trabajos; que el informe incluya pruebas de que Sadam intentó al menos desarrollar un programa para producir armas químicas o biológicas o que también desvele que el régimen iraquí engaño a los inspectores y dificultó su labor antes de la guerra. De nuevo, la BBC, haciendo honor a su acreditada “objetividad e independencia”, ha escogido el titular que más le convenía a su estrategia de acoso y derribo de Blair.

Tal sucede en el Reino Unido. Y en España, los medios de PRISA y el PSOE no querían ser menos e intentan importar en crudo la misma polémica que tiene lugar en Gran Bretaña; por lo que, también en esta ocasión, se han hecho eco de la sesgada información de la BBC acerca de las “conclusiones” del equipo de Kay. Interrogado al respecto por una corresponsal de la Cadena SER en Florida, Aznar ha repetido una vez más que la decisión del Gobierno de apoyar a la Coalición se basó casi exclusivamente en los informes de la inspección de Naciones Unidas, cuya principal conclusión era que no se podía certificar el desarme de Irak. El CNI carecía de medios y estructura propia en la zona, por lo que elaboraba sus informes a partir de la información de la OTAN y de otros servicios de inteligencia, como adelantó Libertad Digital y después reconocieron sus responsables. Por tanto, la conclusión de que no estaba confirmado que Sadam tuviera vínculos con Al Qaeda o escondiera armas de destrucción masiva –según los informes que dijo poseer la SER, elaborados en febrero–, era, en el mejor de los casos, una conjetura. Como también lo era, con los datos que poseía el CNI, la información, publicada por cierto en El País en junio, de que “Irak ha mantenido su voluntad de seguir desarrollando sus programas de armas de destrucción masiva”, especialmente en los “ámbitos químico, biológico y de misiles”. Y como también lo es la supuesta conclusión provisional del informe de Kay, al que la BBC dice haber tenido acceso.

Pero, en cualquier caso, lo cierto es que la estéril polémica acerca de los informes de los servicios de inteligencia británicos, norteamericanos o españoles está logrando desviar la atención de la opinión pública –el verdadero objetivo de la izquierda– sobre la verdadera cuestión de fondo: era Sadam quien debía probar –tuvo para ello doce largos años– que se había deshecho de las armas de destrucción masiva que los inspectores de la ONU descubrieron tras la guerra del Golfo y que Sadam utilizó contra kurdos e iraníes. Era Sadam quien debía dar explicaciones por la expulsión de los inspectores en 1998, a los que readmitió a regañadientes sólo bajo amenaza de invasión y poniéndoles obstáculos insalvables para realizar su labor. Era, en definitiva, Sadam quien había incumplido las resoluciones de Naciones Unidas que condicionaban el alto el fuego de 1991. Y aunque sólo fuera por preservar la autoridad y la credibilidad de la ONU, era preciso destruir el régimen de Sadam, la única forma de hacer valer esas resoluciones.

El resto de las cuestiones son, en el mejor de los casos, meramente accesorias; pues no añaden nuevas razones de peso a favor o en contra de la intervención militar. Es más, cabría realizar las siguientes preguntas a quienes se obstinan en poner a los pies de los caballos a Bush, Blair y Aznar: en el hipotético –e improbable– caso de que se acabara probando que Sadam ya no poseía armas de destrucción masiva –sus relaciones con el terrorismo internacional sí que estan probadas–, ¿habría que reponerlo en el poder para “reparar la injusticia” cometida con su régimen? ¿Habrá, pues, que volver a tapar las fosas comunes donde enterró Sadam a sus millares de víctimas? ¿Es que, acaso, la izquierda se ha constituido en vengadora de Sadam?... Entonces, ¿qué sentido tiene intentar deslegitimar una intervención militar que, con el derecho internacional en la mano, ha puesto fin a una de las peores dictaduras criminales que ha conocido el mundo? ¿Acaso el antiamericanismo patológico y la nostalgia de la URSS todo lo justifican?


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