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EDITORIAL

Ideas frescas por concretar

Con ideas frescas pero bien definidas el partido de Rajoy puede volver a la Moncloa siempre y cuando sepa transmitirlas a los votantes. He ahí la clave: las cosas claras y los complejos fuera.

Aunque a la campaña electoral le quede aún un mes largo para arrancar, los candidatos ya se están mojando con propuestas que encandilen al votante indeciso. Zapatero, que está en el Gobierno, poco tiene que prometer y mucho, en cambio, que derrochar; tarea esta a la que se ha sumado con entusiasmo de colegial. Lo que podemos esperar de los socialistas después de cuatro años de desbarajuste en todos los órdenes es más de lo mismo. La oposición, es decir, Rajoy, porque en España no hay más partido opositor que el PP, tiene la oportunidad de dar el campanazo y arrimar unas cuantas ideas nuevas que rompan con la vacua letanía electoralista que es tan cara a los políticos de todos los partidos.

Mariano Rajoy, en las antípodas de Manuel Chaves, no es hombre de grandes eslóganes y rehuye los embustes fáciles y las promesas imposibles de cumplir. Su estilo tranquilo y la proverbial paciencia que le caracteriza se ha trasladado al partido que preside, de ahí que el PP no haya hecho aún ninguna propuesta estrella de esas que llenan las portadas de los diarios. En puridad tampoco hace falta. Rajoy debe adquirir compromisos factibles y, sobre todo, distintivos de un partido genuinamente progresista que aspira a reformas de verdad, no a los clásicos enjuagues a cuenta del erario con los que la izquierda suele financiar sus fantasías electorales.
   
En este sentido, el proyecto de bajar sustancialmente un impuesto como el de Sociedades no puede ir mejor encaminado. La economía española necesita este tipo de medidas que benefician a todos y solo perjudican a los que pastan alegremente de un presupuesto que se nutre de impuestos tan abusivos como el que Rajoy quiere aligerar. Lanzada la idea ahora toca concretar la cuantía de esa rebaja y enmarcarla dentro de un paquete de bajada de impuestos integral. Argumentos para defender semejante iniciativa ante una izquierda troglodita y anclada en el siglo XX le van a sobrar. Es hora de que el PP ofrezca un paradigma distinto al socialdemócrata imperante que es, según parece, el único caldo en el que los políticos parecen encontrarse a gusto. En resumen, el Partido Popular puede y debe ser un partido liberal.

Lo mismo puede decirse de la reforma educativa que, de ganar las elecciones, pretende llevar a cabo. La educación en España necesita algo más que un lavado de cara. El desafío no es pequeño y sólo el PP puede llevarlo a cabo. Se trata de devolver la dignidad al sistema educativo y de remontar el vuelo tras el batacazo del último informe PISA. La receta para conseguir estos dos objetivos es bien conocida por los especialistas en educación del Partido Popular, y si Rajoy va en serio deberá aplicarla en su proyecto punto por punto y coma por coma. No hay atajos ni concesiones a un modelo educativo –el actual– que se ha demostrado un desastre sin paliativo posible para alumnos, docentes y para la sociedad entera. 

Con ideas frescas pero bien definidas el partido de Rajoy puede volver a la Moncloa siempre y cuando sepa transmitirlas a los votantes. He ahí la clave: las cosas claras y los complejos fuera.

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