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EDITORIAL

Irak: El Gobierno ante una oposición de pancarta

Vista la espléndida intervención de José María Aznar en el Congreso para informar acerca del asesinato de los siete agentes del servicio español de inteligencia en Irak, la única “rectificación” que cabría exigir a nuestro presidente de Gobierno es que no deje pasar tanto tiempo para comparecer ante el Parlamento para explicar y defender la presencia de nuestros soldados en Irak. Aznar, tras más de ocho meses sin rendir cuentas sobre Irak en la Cámara Baja, no sólo ha brindado un merecidísimo homenaje a nuestros militares asesinados, sino que ha desarrollado en el Parlamento una brillante labor pedagógica que justifica la intervención española en las labores de democratización de Irak y de combate al terrorismo.
 
Aznar ha reaccionado ante el brutal zarpazo terrorista sufrido por nuestros compatriotas como lo debe hacer un presidente de Gobierno consciente de su responsabilidad: Reforzando su compromiso en no ceder al designio de esos fanáticos y comprometerse aun más en la tarea de colaborar en estabilizar, pacificar y fortalecer la transición democrática en Irak. El presidente del Gobierno no sólo ha recordado que ese ya no es sólo el compromiso de España y del resto de los países aliados sino también el de la propia ONU.
 
El presidente también ha señalado oportunamente algo que la oposición y la mayor parte de los medios de comunicación silencian sistemáticamente como son los avances en la reconstrucción que, pese a los zarpazos del terrorismo baazista, están llevando a cabo las tropas aliadas. El abastecimiento del agua, electricidad, puentes, carreteras, vías de ferrocarril se están rehabilitando al tiempo que se han abierto más de 1500 escuelas, las 22 universidades del país y las más de 40 escuelas técnicas.
 
No por ello, Aznar ha minimizado “lo mucho que queda por hacer” y los riesgos que nuestros soldados aun deben asumir, pero ha recordado que “sabiamos que era difícil y nunca se le presentó de otra forma a esta Cámara ni al pueblo español”. Frente a las expresiones cómplices que los describen como “fuerzas de liberación” o “resistentes”, Aznar ha insistido en el carácter “terrorista” de los que han acabado con la vida de nuestros compatriotas, al tiempo que ha señalado que, entre las víctimas de estas “bandas de asesinos”, se encuentran más iraquíes que extranjeros.
 
Frente al presidente del Gobierno, la mayor parte de la oposición —empezando por Zapatero— ha salido con el mismo discurso de pancarta de antes de la guerra como si el genocida de Sadam Hussein aún estuviera en el poder. El secretario general del PSOE ha vuelto a cuestionar las justificaciones de la guerra y a reprochar al presidente el seguidismo de nuestro Gobierno al “unilateralismo” de EE UU. Aunque Zapatero pueda aprovecharse de la labor de desinformación de nuestros medios de comunicación respecto a las conexiones del régimen de Sadam con Al Qaida, su financiación del terrorismo palestino, sus planes para dotarse de armamento de destrucción masiva o las fosas comunes donde estaban enterrados los centenares de miles iraquíes que Sadam había exterminado, el dirigente socialista debería explicar su oposición a unas labores que, tras el derrocamiento del dictador, tienen por objetivo algo de tanto valor estratégico para la población iraquí y la defensa occidental como es implantar un injerto democrático en Oriente Próximo. ¿Acaso da Zapatero más representatividad a los terroristas —que él dignifica llamándoles “resistentes”— que al Consejo de Gobierno iraquí que agrupa a todas las fuerzas opositoras a Sadam y respalda la presencia militar aliada?
 
Zapatero ha pretendido dar a su demagógica intervención un aire de responsabilidad mostrando al Gobierno una disposición retórica al “diálogo” y a la “unidad” en torno a la política exterior, pero lo cierto es que ha sido él y su partido el que la ha roto para desgastar al PP en este asunto. Por otra parte, ¿qué “consenso” en torno a una solución se puede esperar de quien se empeña en demostrar que no conoce el grave problema que constituía Sadam Hussein y está anclado en la misma irresponsable actitud que ya mostraba antes de que los aliados lo derrocaran? ¿Cómo tomarnos en serio al dirigente socialista si lo único novedoso que ha dicho ha sido el disparate de proponer que sean las dictaduras islamistas las que tutelen la democratización de Irak cuando lo que se pretende es que este país sea una alternativa precisamente a esos regímenes fabricantes de miseria y de fanatismo religioso?
 
Zapatero todavía a estas alturas balbucea un “mandato de la ONU”, como si no fuera las propias Naciones Unidas las que, a través de sus resoluciones 1583 y 1511, respaldaran —con retraso pero ya con total claridad— las labores de pacificación y democratización lideradas por las autoridades norteamericanas.
 
Zapatero ha vuelto a perder otra oportunidad para mostrarse como una alternativa seria y responsable de Gobierno, y de nuevo se ha comportado como una simple —aunque, esos sí, muy solemne— comparsa de Llamazares.
 
Respecto al dirigente de IU, albergábamos la esperanza de que sólo se contentara con agraviar a las víctimas de ETA, pero no ha dudado en hacerlo también con las que han caído en Irak a manos de los salvajes nostálgicos de Sadam. Pueden imaginarse los lectores lo que habrán sentido los familiares que lloran a sus muertos al oir a Llamazares denigrar a nuestros compatriotas en Irak como “fuerzas de ocupación” “hostiles” para el pueblo iraquí, mientras, al tiempo, se resiste a calificar de “terroristas” a sus asesinos.
 
Otro que se ha mostrado como digno miembro del Pacto de Estella, ha sido el portavoz del PNV, Iñaqui Anasagasti. Algún medio de comunicación nacional —además de haber servido de “plataforma” al discurso de estos fanáticos criminales— puede estar orgulloso de que su comparación con “los españoles que combatieron a las tropas de Napoleón” haya encontrado eco en este desquiciado heredero de don Sabino Arana...
 
El contraste del compromiso de nuestros militares y nuestro Gobierno no ha podido ser mayor respecto a la lamentable actitud de la oposición. Esta no pasa del “jo que tropa” que diría Romanones...

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