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EDITORIAL

Irak: un escrito de quien no tiene palabra

El Gobierno en funciones retrasó este lunes durante unas cuatro horas la orden de relevo de las tropas españoles en Irak hasta que el presidente del Ejecutivo logró que el secretario general del PSOE le enviara una carta dando su conformidad con esta operación.
 
Aznar ya reclamó a Zapatero, en la entrevista que mantuvieron el pasado miércoles, su conformidad escrita para este relevo de tropas que debe concluir el 21 de abril. Sin embargo, ocho horas después, el PSOE emitió un comunicado negando que Zapatero accediera a ese compromiso y señalando que no le correspondía al dirigente socialista pronunciarse sobre esa cuestión que atañe exclusivamente, según los socialistas, al gobierno en funciones. Al día siguiente, sin embargo, se conoció que el próximo ministro de Defensa socialista, José Bono, había comunicado en una nota al actual titular del departamento, Federico Trillo, que “no tenía inconveniente” en que se efectuaron los relevos.
 
Está visto que Aznar no le ha parecido bastante este "no pero sí"  y que ha querido que el nuevo presidente del Gobierno se comprometa clara y personalmente en el “visto bueno”. Aznar ha hecho muy bien no dejando que Zapatero se escurra. En primer lugar, porque ya va siendo hora de que el dirigente socialista asuma los costes de su demagogia ante la cuestión iraquí. En segundo lugar, porque frente al PSOE, toda desconfianza es poca, vista la vileza y la felonía con la que sus portavoces y sus medios de comunicación se comportaron con el Gobierno legítimo de la nación tras el 11-M.
 
Mientras se creyó en la autoría de ETA, el PSOE corrió al abrigo del PP y apeló insistentemente a la “unidad de los demócratas” para que los españoles no recordarán sus pactos con Carod-Rovira. Recuérdese que, tras la masacre, en ningún momento el PP estuvo tentado de mentar esos pactos cuando todo apuntaba a ETA, sino que Rajoy dio por concluida la campaña electoral nada más conocerse la noticia de la matanza. Una vez, sin embargo, que se abrieron las sospechas de que los autores de la masacre podían ser de Al Qaida, en lugar de ETA, los socialistas empezaron a hablar de “responsabilidades políticas” del Gobierno, a acusar con Otegi a Aznar de “mentir” y a hacer suyo el sermón de los autores islamistas de la masacre: “Esto os pasa por la política de Aznar en Irak”.
 
En lugar de pasar a respaldar sin fisuras la política del Gobierno en Irak —eso hicieron temporalmente, respecto a la política de dispersión de los presos, hasta los nacionalistas, cuando ETA, para acabar con ella, secuestró y asesinó a Miguel Angel Blanco- los socialistas mantuvieron tras el 11-M como suyos los objetivos de los terroristas islámicos. Y esos objetivos no eran otros que castigar al gobierno del PP por haber respaldado a Bush y exigir la retirada de Irak de las tropas españolas.
 
Conscientes de que esa retirada de tropas supone conceder maniobra política a los terroristas y vistas las presiones que desde el exterior denuncian como irresponsable la actitud de Zapatero, los socialistas tal vez ahora barajen la posibilidad de modificar su punto de vista sobre la presencia española en Irak.
 
Es positivo que el PSOE, según Bono, no vea ahora “inconvenientes” a ese reemplazo de tropas. Ojalá tampoco vea inconvenientes en futuros reemplazos y admita, de una vez por todas, la clamorosa necesidad de proteger a los iraquíes y su transición política de los zarpazos del terrorismo islamista.
 
Sin embargo, sería una candidez imperdonable del gobierno saliente dar por hecha ya esa vuelta a la cordura, a la sensatez y a la responsabilidad de quien va a sucederle al frente del Gobierno. Los soldados españoles que tratan de pacificar Irak arriesgan sus vidas, y no hay que descontar futuros ataques de los terroristas que los tengan por objetivo. Si Zapatero y toda la oposición de izquierdas ha lanzado contra el Gobierno los asesinados en Madrid, ¿estamos seguros de que no volverían a hacerlo si se produjeran bajas en Irak en el tiempo que queda hasta que se releve el Gobierno?
 
Con gente tan desleal y capaz de alcanzar los altísimos grados de infamia como los que van a ocupar de forma tan cainita el futuro gobierno de España, toda precaución es poca. Y Aznar ha hecho bien exigiendo a Zapatero que, al menos en esto, deje por escrito que no va eludir su responsabilidad.

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