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EDITORIAL

IU al servicio de la burguesía catalana

Cayo Lara ha decidido convertirse en lacayo de las oligarquías reaccionarias que pretenden la secesión de sus territorios en su propio beneficio.

El miércoles pasado, Izquierda Unida suscribió en el Congreso un acuerdo con las organizaciones catalanas de izquierda ICV y EUiA a favor del "derecho del pueblo de Cataluña a decidir su futuro político". Cayo Lara aceptó además que, tras ese eventual voto de los ciudadanos catalanes, el resto de España no pueda decidir sobre la secesión de una parte de su territorio pues, en palabras del líder comunista, España ha de ser un Estado "federal, plurinacional, social y republicano". En el mismo acto en el que IU decidió convertirse voluntariamente en el felpudo de la burguesía catalana, su líder aclaró que ese acuerdo, contrario a la Constitución y a la unidad de la Nación, no está pensado para “la partición de España”, sino simplemente para reconocer el derecho a decidir “igual que para Cataluña para Euskadi (sic), Galicia o el resto de pueblos”, argumento consecuente con la talla intelectual del personaje.

Pero si el coordinador general de Izquierda Unida se humilló ante los deseos de sus franquicias catalanas para seguir en el consenso nacionalista, más sorprendente fue que el delegado andaluz de IU, auténtico hombre fuerte de la coalición por su papel en la vicepresidencia de la Comunidad Autónoma, se atreviera a ir todavía más allá que el pobre Cayo Lara afirmando que la traición de su formación a los intereses nacionales a favor de una oligarquía privilegiada como es el nacionalismo catalán "no le ha cogido de sorpresa" porque, según él, esa voluntad ancilar de la izquierda española hacia la burguesía del principado es algo "que viene de lejos".

Al contrario de lo que sostienen Lara y Valderas, el PCE ha sido un partido con vocación nacional hasta tiempos bien recientes, en los que se ha convertido en una formación antiespañola más, al nivel del resto de la izquierda. La dimensión antinacional de PSOE e IU es una anomalía política que no sucede en ningún otro país civilizado, donde las distintas fuerzas de izquierda defienden a sus naciones y no se avergüenzan de sus símbolos porque, además de hacer honor a su trayectoria histórica, entienden que es la manera más eficaz de defender los intereses de las capas sociales que les entregan su confianza. En España, por el contrario, socialistas y comunistas han decidido convertirse en lacayos de las oligarquías reaccionarias que pretenden la secesión de sus territorios en su propio beneficio, aunque eso suponga la ruina de los que todavía votan a ambas formaciones.

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