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EDITORIAL

La amenaza Maduro

Los gerifaltes bolivarianos son unos payasos, pero no por ello dejan de representar una amenaza. De hecho, son aún más peligrosos precisamente por serlo, por no saber someterse al yugo de la sensatez.

Hugo Chávez dejó altísimo el listón del ridículo, pero su sustituto está demostrando día tras día que puede perfectamente superar su marca. En efecto, el inenarrable Nicolás Maduro no deja pasar una oportunidad para causar bochorno, ponerse en evidencia. Se trata de un personaje que causa auténtica vergüenza ajena. A los venezolanos amantes de la libertad, además de apoyarlos, es necesario compadecerlos, por el tremendo daño, también estético, que estos elementos están causando a su patria.

Pueden mover a risa estos sujetos estupefacientes, que parecen sacados de una película paródica manifiestamente mejorable y de muy bajo presupuesto. Bien está combatirlos también con el humor, incluso el más ácido, señalar sus pavorosas carencias cívicas e intelectuales. Pero no se olvide lo que son: unos probados liberticidas con mucho poder y ningún escrúpulo.

Así que préstese atención, tómese absolutamente en serio lo que hacen y lo que dicen. Por ejemplo, lo que acaba de evacuar Maduro acerca de un complot norteamericano para asesinar al candidato de la oposición, Henrique Capriles, y provocar así el caos. Como si Venezuela no fuera ya un formidable caos, con unos niveles de violencia inauditos para un país que no está incurso en ninguna guerra. He aquí uno de los componentes más tóxicos del infame legado del tirano muerto.

Haría bien el señor Capriles en tomar nota y redoblar su vigilancia. En cuidarse muy mucho. Pero no precisamente de Washington ni de su embajada en Caracas. Sino de los que sólo dejan de llamarlo nazi –a él, descendiente de víctimas del Holocausto– para acusarlo de homosexual, ante el aberrante silencio de la inmensa mayoría de la progresía internacional. Porque desde la sangrienta intentona golpista de 1992 –convertida por el caudillo Chávez en fiesta nacional– han dejado siniestramente claro que no se detienen ante nada.

Y quien dice Capriles dice la comunidad internacional en su conjunto. Los gerifaltes bolivarianos son unos payasos, pero no por ello dejan de representar una amenaza. De hecho, son aún más peligrosos precisamente por serlo, por no saber someterse al yugo de la sensatez.

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