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EDITORIAL

La anticumbre de Zapatero

Quizá para Zapatero sea este el mejor modo de mejorar las ya muy degradadas relaciones que España mantiene con Estados Unidos, relaciones que el Gobierno ha tratado de mejorar infructuosamente a lo largo del último año

Ninguna de las 14 cumbres iberoamericanas que han precedido a la que dio comienzo ayer en Salamanca ha servido para nada. En la de hace un año, por ejemplo, que tuvo lugar en Costa Rica, se debatió ampliamente sobre los aranceles proteccionistas del primer mundo y nadie ha hecho nada en los últimos 11 meses por rebajarlos o suprimirlos. Se trató lo de la Alianza de Civilizaciones y ahí sigue, ignorada por todos y condenada a ser lo que ha sido siempre, un bonito eslogan con el que Zapatero acostumbra a adornar sus intervenciones en los foros internacionales. Vistas así las cosas y escuchado el discurso inaugural del anfitrión, nos atrevemos a asegurar que del inmenso circo que han montado en Salamanca no va a salir nada productivo. Tan sólo fotos, sonrisas y los sempiternos discursos plagados de lugares comunes y buenas intenciones.
 
Como la Cumbre en sí no vale para nada más que para gastarse un buen dinero en aumentar el ego de los políticos hispanoamericanos, todo se queda en pequeños símbolos que son los que marcan la diferencia. Pequeños símbolos que siempre pasan por la dictadura de Castro, auténtico protagonista de las cumbres iberoamericanas desde que éstas empezasen a reunirse a principios de los años 90. En la de este año había puesto dos condiciones para asistir. La primera que se reclamase la extradición del anticastrista Luis Posada Carriles, y la segunda que la comunidad iberoamericana exigiese a los Estados Unidos el fin del “bloqueo” comercial.
 
Dos reclamaciones clásicas que la diplomacia cubana acostumbra a utilizar contra Washington allá donde tiene oportunidad de hacerlo. Los organizadores, esto es, el Gobierno español, aceptó sin rechistar ambas. Al final Castro no ha venido pero sus exigencias han sido recogidas en la declaración final de la Conferencia respetando el espíritu de la letra dictada por el tirano. Porque, como es bien sabido, Cuba no padece bloqueo comercial alguno sino un embargo motivado por la expropiación sin indemnización de empresas norteamericanas en 1960.      
 
Zapatero, que en materia exterior está empeñado en meterse de Guatemala en Guatepeor, ha comulgado con esto y con mucho más. Ha tenido que sonreír al ver como la otra “estrella” de la cumbre, el ex golpista Hugo Chávez, llegaba tarde a la cumbre y mostraba intención de asistir a una manifestación que varios grupos antisistema –entre ellos Batasuna- han organizado en la misma Salamanca para homenajear a los dos regímenes liberticidas. Quizá para Zapatero sea este el mejor modo de mejorar las ya muy degradadas relaciones que España mantiene con Estados Unidos, relaciones que el Gobierno ha tratado de mejorar infructuosamente a lo largo del último año.
 
La embajada norteamericana en Madrid ha mostrado ya su inquietud por el antiyanquismo primario de una cumbre en la que, curiosamente, Estados Unidos bien podría participar. Tras Brasil y México es Estados Unidos el país donde más hispanoamericanos viven, es el destino predilecto para los emigrantes de las depauperadas naciones de Sudamérica y son las empresas americanas las principales inversoras en la región. Ante tales hechos, cuesta creer que los líderes de los países presentes en la cumbre sigan emperrados en practicar un trasnochado antiamericanismo de salón que sólo satisface a tiranos de la calaña de Fidel Castro.
 
Tomar la palabra a los peores ejemplos y renegar del gran referente democrático de América –que no es, precisamente, Venezuela- sólo puede conducir a que sean los primeros los que se hagan dueños de la situación. Los Gobiernos de Cuba y Venezuela deben ser considerados como algo inaceptable en una comunidad de naciones hermanas que se dicen democráticas y respetuosas con los Derechos Humanos. Todo lo demás es hacerles el juego. Zapatero, como anfitrión de esta anticumbre, debería saberlo pero se hace el sueco. Su vergonzosa política exterior, cimentada sobre los peores complejos progresistas, gira en torno a dos ejes fundamentales; el enfrentamiento con la primera democracia del mundo y la continua alabanza a miserables dictadores del tercer mundo. Para esto hemos quedado. La insensatez, más tarde o más temprano, terminaremos pagándola. Todos.         

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