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EDITORIAL

La batalla podemita de Madrid

Podemos no puede dejar de ser lo que es: una formación liberticida con ideas y personajes tan rancios como perjudiciales.

El proceso para elegir a la nueva dirección de Podemos en la Comunidad de Madrid está poniendo nuevamente de manifiesto que los neocomunistas no son ni mucho menos lo que proclaman ser: un partido de buenas gentes magníficamente avenidas dispuestas a poner muy alto el listón de la ejemplaridad, la transparencia y la democracia interna a las demás formaciones políticas.

La dimisión en bloque de diez miembros del equipo directivo por discrepancias con la línea oficial ya dejó en evidencia lo distintos que son los dichos y los hechos en el movimiento bolivariano. Desde aquel momento se inició una guerra soterrada entre los partidarios de Pablo Iglesias y los de Íñigo Errejón, en la que ahora se han involucrado la condenada Rita Maestre y la desleal Tania Sánchez.

El caso de Sánchez es paradigmático de los vicios del personalismo, precisamente lo que más critican a los partidos de "la casta" desde las filas neocomunistas. Tras su controvertido paso por el ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, donde le llovieron las acusaciones de nepotismo, Tania Sánchez perpetró un descomunal acto de deslealtad al abandonar Izquierda Unida, que la había elegido como su candidata para la Comunidad de Madrid. A los pocos meses, y tras proclamar insistentemente que no lo haría, se empotró en la formación de su expareja, Pablo Iglesias. Ahora vuelve a maniobrar, supuestamente contra quien le dio fama y las llaves del castillo podemita, de la mano de Rita Maestre y bajo la protección del ex de esta última, Íñigo Errejón.

Y mientras los líderes neocomunistas libran sus guerras intestinas, una versión chusca de Juego de Tronos, la serie que tanto citan en estupefaciente plan sabihondo, las bases del partido vuelven a quedar relegadas, a ser meras espectadoras de un sainete que poco o nada tiene que ver con el debate de ideas y las discusiones programáticas. En esto consiste la tan cacareada democracia interna podemita, una estafa en toda regla a todos aquellos que, tan ingenua como sorprendentemente, se creyeron que iban a pintar algo en una formación controlada por leninistas declarados.

De la batalla de Madrid no va salir una organización con ideas renovadas cercanas a la socialdemocracia, sino más de lo mismo a cargo de unos u otros, ultras que tienen como denominador común la aversión a la democracia liberal. Podemos no puede dejar de ser lo que es: una formación liberticida con ideas y personajes tan rancios como perjudiciales.

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