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EDITORIAL

La cómplice pasividad de ZP

La cómplice pasividad de Zapatero no obedece más que al hecho de que su debilidad moral y política no le permite enfrentarse a los nacionalistas vascos

Las vomitivas declaraciones de la dirigente proetarra Miren Nekane, negándose una vez más a condenar el terrorismo y equiparando la legislación electoral y penal de nuestro país con la espantosa agonía y posterior crimen de Miguel Ángel Blanco, hubieran provocado, en cualquier nación democrática y civilizada con pretensiones de seguir siéndolo, la inmediata intervención de la justicia.
 
Aquí, no. Ahora, ya no. En esta España de ZP, inmundicias humanas como Miren Nekane no sólo pueden denigrar impunemente nuestro Estado de Derecho, herir la sensibilidad de los españoles u ofender la memoria de ese joven concejal asesinado; pueden, además, presentarse a las elecciones y recibir subvenciones públicas. Y es que todo eso “forma parte de la grandeza de la democracia”, según Rodríguez Zapatero, quien sigue negándose a mover un solo dedo para impedir que ETA pueda seguir aspirando a tener representación parlamentaria.
 
No se debe ser tolerante con la intolerancia. Pero lo cierto para nuestra nación, es que nuestro presidente de Gobierno no ha dudado en facilitar la estrategia electoral de ETA con tal de satisfacer sus intereses partidistas. No es de extrañar de quien hizo lo propio con los autores de la masacre del 11-M; pero ahora de lo que no nos debe caber duda, es de la consciente y deliberada actitud de ZP para que los proetarras tengan un resquicio por el que colarse, por mucho que eso siga contaminando nuestra democracia.
 
Si tan "endebles" son los datos que los cuerpos y fuerzas de Seguridad de Estado tienen como para que la Justicia ilegalice la nueva formación proetarra, ¿por qué el Gobierno oculta y no facilita esa información al PP para que llegue a esa misma conclusión? Sólo por los datos que sabemos gracias a la labor de investigación periodística y por las propias declaraciones y apoyos de los todavía parlamentarios etarras a la nueva formación de marras, es más que suficiente para concluir que se trata del mismo perro con distinto collar.
 
La cómplice pasividad de Zapatero no obedece más que al hecho de que su debilidad moral y política no le permite enfrentarse a los nacionalistas vascos, por lo que quiere negociar con ellos. Con presencia proetarra en el parlamento, a ZP le sería más fácil presentar ante la opinión pública sus pactos con Ibarretxe como un especie de mal menor preferible a que el PNV no tuviera que pactar o hacerlo con parlamentarios proetarras como Miren Nekane.
 
El problema está en que, con representantes etarras o sin ellos en la cámara vasca, el PNV ya está dispuesto a reclamar los fines independentistas que comparte con la organización terrorista. Ante esa evidencia, lo que debería hacer Zapatero es hacer un frente común junto al PP contra ese jaque a la continuidad nacional y constitucional de España. Pero, para ello, Zapatero debería de dejar de ser quien no dudó en decapitar políticamente a Redondo Terreros, o quien toleró que Maragall pactara con los independentistas de Carod Rovira, o quien no dudó en arrojar contra el gobierno los muertos del 11-M o quien, él mismo, pactara su propio Gobierno con los socios de ETA en Perpiñán.
 
Zapatero no va a dejar de tratar de marginar y postergar al PP y a ese empeño lo va a arriesgar todo.

En España

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