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EDITORIAL

La democracia según Batasuna

Si la ETA y todo lo que le rodea se han envalentonado de un tiempo a esta parte, la causa hay que buscarla en la errática política vasca del Gobierno Zapatero y en el juego a tres manos que realizan los nacionalistas de Ibarretxe

Ayer por la tarde Iñigo Balda, promotor de la manifestación ilegal de San Sebastián, se felicitaba por el éxito de la convocatoria, por haber desfilado, pese a la prohibición expresa de Vitoria, por el centro de la ciudad y haber llevado de nuevo el nombre Batasuna a la primera plana de los informativos. Acto seguido, tras la encendida intervención de Joseba Álvarez en la Plaza Zuloaga, dio comienzo el segundo acto. Grupos dispersos de manifestantes encapuchados la emprendieron con la policía y con el mobiliario urbano. Nada de especial, la estrategia que siempre ha utilizado el nacionalismo radical vasco para hacer notar su presencia en la calle, con una sutil pero no menos importante diferencia. Batasuna es, al menos con ese nombre, un partido ilegal y las algaradas callejeras eran hasta hace sólo unos meses un mal recuerdo para los donostiarras.
 
¿Cómo se ha producido semejante involución?, ¿por qué, después de tener contra las cuerdas a la ETA y su siniestro entorno, hemos de ver como esa hidra de mil cabezas se rearma y hace la calle suya de nuevo? No se debe, como cabría esperar, a que los radicales se han encontrado con un inesperado y repentino apoyo popular. Muestra fehaciente de ello es el escaso número de participantes que se dieron cita ayer en la manifestación. Nada de eso. Si la ETA y todo lo que le rodea se han envalentonado de un tiempo a esta parte, la causa hay que buscarla en la errática política vasca del Gobierno Zapatero y en el juego a tres manos que realizan los nacionalistas de Ibarretxe.
 
Los malabarismos de Zapatero en el País Vasco, distanciándose de su socio natural y buscando alianzas con nacionalistas de todo pelaje, sólo pueden producir que sean éstos los que consideren que, al fin y al cabo, han ganado la batalla. Pocas veces el nacionalismo –desde el PNV hasta Batasuna- se las había prometido tan felices. No hay que ser muy sagaz para atisbar que la manoseada negociación que ofrece Moncloa no es más que una rendición a plazos, una capitulación en toda regla a falta de fecha para hacerse efectiva. En este río revuelto la ganancia es, como siempre, de los pescadores avispados. Tanto el PNV a su manera como Batasuna a la suya saben que no pueden desaprovechar esta oportunidad, este regalo sorpresa que les ha llegado desde Madrid. Con el bloque constitucionalista hecho añicos y el Partido Popular demonizado hasta el absurdo, los unos y a los otros -nacionalistas todos- no tienen más que aplicar su noción de democracia. Para el PNV es la ruptura pactada del Plan Ibarretxe, para Batasuna es la insurrección violenta, único modo en el que entiende la acción política. 
 

En este tablero en el que dos jugadores llevan ventaja y el tercero se está retirando hay fricciones fingidas o reales. La pantomima de la consejería de Interior prohibiendo la manifestación primero y midiendo mucho la actuación de la policía después para evitar que se celebrase, evidencia que la ineficacia del Gobierno vasco es absoluta en ciertos asuntos. La marcha de ayer, con su corolario de heridos y contenedores quemados, se hubiera podido evitar tomando las decisiones adecuadas en el momento en que empezaron a reunirse los manifestantes en la parte vieja de San Sebastián. De nada sirve anunciar depuraciones en las responsabilidades penales de los organizadores, tal y como ha hecho el Gobierno vasco una vez se ha encontrado sobre la mesa el titular de prensa y dos turistas extranjeros heridos –uno canadiense y otro austriaco- por las pelotas de goma de la Ertzaintza. De lo que pasó una vez iniciados los disturbios la culpa la tiene Batasuna, y nadie más, pero no se hubiera llegado a eso si no fuese por el irresponsable concurso del Gobierno vasco y, en la lejanía, por la inconsciente dejación de Zapatero.     

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