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Castilla y León

EDITORIAL

La desfachatez de un Gobierno mentiroso

Pocas veces se ha visto un empecinamiento mayor por mantener una mentira que el exhibido por De Guindos este lunes en el Congreso.

Pocas veces se ha visto un empecinamiento tan obsceno en un político por mantener una mentira que este lunes, durante la comparecencia del ministro de Economía en el Congreso de los Diputados.

Luis de Guindos tuvo el cuajo de defender ante los miembros de la comisión de Economía la limpieza del proceso de designación del exministro José Manuel Soria para un puesto directivo en el Banco Mundial, a sabiendas de que su elección fue un acto de amiguismo que raya en el puro abuso de poder.

Hay que recordar que el nombramiento de los representantes en instituciones internacionales es una potestad que los Gobiernos ejercen de manera discrecional. Por eso mismo, no cabe aducir obligación administrativa alguna en la concesión de esos destinos, por más que el puesto en cuestión esté reservado a funcionarios del Estado.

El nombramiento de Soria no se produjo como consecuencia de haber ganado el exministro un concurso de méritos con publicidad y concurrencia, como el propio Rajoy apuntó tras estallar el escándalo. Muy al contrario, fue el equipo de Guindos y el propio ministro quienes decidieron arbitrariamente elegir al susodicho, que tuvo que dimitir de todos sus cargos por haber mentido respecto a su papel en la gestión de ciertas sociedades radicadas en refugios fiscales.

Pero es que la arbitrariedad del nombramiento no resiste ni siquiera una primera cuestión fundamental: si todo el proceso fue transparente y un mero acto administrativo, ¿por qué dimitió José Manuel Soria al poco de conocerse la decisión?

De Guindos mintió sobre Soria y no dio ninguna explicación sobre el sustituto, su colaborador Jiménez Latorre, gestor a su vez de una empresa radicada en un refugio fiscal y sobre la que pesan ciertas sospechas de haber recibido trato de favor por parte del Gobierno.

Los partidos de la oposición han criticado duramente al ministro de Economía por estas decisiones, que han dejado al Gobierno a los pies de los caballos. Sorprende, no obstante, la tibieza del representante de Ciudadanos en la comisión, que ni siquiera pidió la dimisión del ministro, como exige un elemental sentido de la decencia política.

La regeneración política, que el partido de Albert Rivera sitúa como la primera de sus prioridades, exige la máxima contundencia cuando el Gobierno miente a todos los españoles, como llevan haciendo ya una semana de Guindos y, por supuesto, Mariano Rajoy.

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