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EDITORIAL

La España seca y la España... inundada

La derogación del Plan Hidrologico Nacional fue un disparate colosal que ilustra, como pocos, la insolidaridad, el cainismo y la falta de cohesión que genera la nula idea que Zapatero tiene de España como nación.

Las imágenes de las últimas riadas protagonizadas por el río Ebro, que han elevado su caudal a límites próximos a las inundaciones, hace todavía más hiriente y delirante –si cabe– la salvaje decisión que tomó Zapatero de derogar de un plumazo el Plan Hidrologico Nacional, nada más llegar al gobierno.

Por satisfacer las catetas y cainitas exigencias de sus socios separatistas, Zapatero abortó un proyecto, muy similar al diseñado por Borrell en la anterior etapa socialista, que ya disponía de toda la financiación necesaria, incluidos los más de 4.000 millones de euros provenientes de Bruselas, y el consenso del Consejo Nacional del Agua que agrupaba a las asociaciones de regantes, confederaciones hidrográficas y administraciones públicas.

Si el Plan Hidrológico Nacional contemplaba el transvase de un 10 por ciento del agua dulce que el Ebro, en circunstancias normales, vierte anualmente a la mar, los más de 1200 metros cúbicos por segundo que ahora está arrojando resolverían, en tres días, el problema de escasez del campo murciano de todo un año.

No es por ello exagerado denunciar, tal y como ha hecho el secretario de Economía del PP, Miguel Arias Cañete, la responsabilidad política de Zapatero, tanto de la permanente escasez de agua que padece el Levante español, como de los catastróficos riesgos que están padeciendo Aragón y Cataluña, por su absurda y disparatada derogación de ese Plan que no tenía más pretensión que la lógica y elemental de llevar agua de donde sobra a donde falta. Un disparate colosal que, por otra parte, ilustra como pocos la insolidaridad, el cainismo y la falta de cohesión que genera la nula idea que Zapatero tiene de España como nación.

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