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EDITORIAL

La esquizofrenia del verdugo de Vidal-Quadras

Aunque Aznar haya hecho bien remarcando que el apoyo de Zapatero a Maragall incluye su respaldo a propuestas tan ridículas como “reinventar la Corona de Aragón y sumar a ella los territorios del sur de Francia", hay que indicar que esta no es ninguna novedad ni supone uno de los peligros más inminentes del discurso socialista catalán. Hace ya años que el Partit Socialista de Catalunya abrazó esta idea de impulsar la identidad de una macroregión que hiciera realidad ese viejo sueño del pancatalanismo llamado los Països Catalans. Ya en septiembre del año pasado Maragall animó incluso a los presidentes de los parlamentos de Cataluña, Aragón y Baleares —con el rechazo de la presidenta de la Comunidad Valenciana— a encargar un estudio a cinco cajas de ahorros que demostrara el peso económico de ese viejo invento del expansionismo nacionalista catalán, edulcorado ahora con la denominación de la antigua Corona de Aragón para evitar recelos.

Maragall se erigió entonces en principal impulsor de esta propuesta por la sencilla razón de que contaba con otros socialistas al frente de los gobiernos de Aragón y Baleares, lo que le permitía restar protagonismo a CiU. La propuesta ciertamente no sólo ninguneaba la Constitución, sino que constituía una afrenta para los Estatutos de autonomía de todas las regiones que el expansionismo nacionalista catalán quería absorber. De hecho es muy similar a los delirios nacionalistas vascos —que también quieren anexionarse Navarra y parte del sur de Francia—, si bien tiene como diferencia que en el primer caso ningún nacionalista asesina por hacerlos realidad. Esta fundamental diferencia y el hecho de que, también en este caso, la mayoría de la población de las diferentes comunidades se oponen a los delirios de grandeza del nacionalismo, ha servido para que en Madrid no se les diera relevancia ni tampoco sea ahora un asunto prioritario en la agenda ni de Maragall ni de Mas.

Sin embargo, hay un asunto que sí está en el tapete del corto plazo y que es prioritario tanto para CiU como para el PSC como son sus más recientes propuestas de reforma del Estatuto Catalán. A pesar de contener matices diferentes, tanto los planes de Mas como los de Maragall chocan —en algunos aspectos de forma radical— con la Constitución, empezando porque ambos niegan a España su condición de nación para otorgársela a Cataluña.

¿Por qué Aznar no centra sus críticas en estos proyectos de reforma que, aunque sean menos delirantes que el aparcado asunto de la macrorregión impulsada por los socialistas, conllevan un peligro más inminente para la cohesión de España y cuestionan también el discurso nacional de Zapatero? Parecería que Aznar se ha preocupado de poner un dedo en la llaga del discurso de los socialistas, pero cuidándose mucho de que ese dedo no irrite también a CiU. Esta táctica, sin embargo, tiene tan poco recorrido como la tendría el pretender cuestionar en el País vasco el discurso de socialistas como Eguiguren o Elorza, pero sin querer afrentar al PNV. No hay que olvidar que lo que el PP tímidamente critica al PSC por excesivo, CiU lo critica por escaso.

Nos parece bien —insistimos — que Aznar haya hecho referencia a ese aparcado pero delirante proyecto de futuro de dar identidad a los Paisos Catalans, pero “además” Aznar debería centrar su discurso en asuntos más inmediatos, preocupantes y factibles que afectan específicamente a Cataluña y a su Estatuto de autonomía. El PP se ha mantenido como primera fuerza en Aragón y ha recuperado y mantenido su mayoria absoluta, respectivamente, en la Comunidad Valenciana y Baleares. En la “Catalunya Nord” —láse sur de Francia— , simplemente, no conocen a Maragall.

Sin embargo, en Cataluña la táctica de no irritar al nacionalismo dominante emprendida por el PP desde que Aznar, al dictado de Pujol, relevó a Vidal Quadras —y sobre todo su discurso— al frente del partido en Cataluña, ha hecho que los populares fueran perdiendo peso específico y votantes en esta comunidad autónoma. Desde entonces, la resignada acomodación del PP catalán al nacionalismo reinente ha hecho que sus antiguos electores, o bien han decidido abstenerse en las elecciones o bien han vuelto a taparse la nariz para votar a Maragall como mal menor.

Aunque ahora el PP parece haber tocado fondo en Cataluña —después, ojo, de haber perdido un tercio del electorado alcanzado por Vidal Quadras— , las últimas encuestas pronostican, no obstante, que Esquerra Republicana pasará a ser el tercer partido más votado. El efecto perverso del la estúpida estrategia popular de no abrir dos frentes de oposición al nacionalismo —tanto en Cataluña como en el País Vasco— no sólo ha debilitado el discurso constitucionalista en Cataluña sino también —por el efecto de mimesis que Maragall ejerce en sectores del Partido Socialista de Euskadi — en el País Vasco.

En Cataluña, el efecto es más devastador porque esa táctica popular ha contribuido de forma indirecta a que sea un partido abiertamente independentista como Esquerra Republicana el que pueda hacerse ahora con la llave de la gobernabilidad de la Generalitat. Mas y Maragall van a competir por sus favores y el primer paso más evidente es distanciarse del PP. Así pues, en Cataluña se va a radicalizar el discurso soberanista justamente en un momento en que en el País Vasco se están dando los primeros pasos para la ruptura.

Esperemos que esta puya de Aznar a Maragall y Zapatero con el asunto de la “reinvención de la Corona de Aragón” sea un primer paso para que el PP haga frente al envite que contra la Constitución también se está gestando en Cataluña, aunque, aparentemente, con menor traumatismo. Para ello es preciso encararse polítcamente no sólo contra el PSC sino también contra CiU. La siguiente pregunta no tiene, por ahora, una respuesta clara: ¿Es Piqué el hombre adecuado para esa tarea?

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