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EDITORIAL

La guerra de Irak como cortina de humo

Todo vale con tal de hacer olvidar a los españoles que quien gobierna negocia y da trato de favor a asesinos implacables

Andaban los socialistas revueltos tras la claudicación gubernamental ante la ETA personificada en la excarcelación de Iñaki de Juana. Revueltos y buscando como locos una cortina de humo que les tapase las vergüenzas que la multitud congregada en Madrid el 10 de marzo dejó al descubierto. La han encontrado con el aniversario de la guerra de Irak. Un aniversario que ni siquiera es redondo, es decir, que esta semana lo que se celebra no es el quinto o el décimo aniversario del comienzo de operaciones en el golfo Pérsico, sino el cuarto, pero, por lo que se está viendo, a los efectos de agitación, propaganda y engañifa es lo mismo. Todo vale con tal de hacer olvidar a los españoles que quien gobierna negocia y da trato de favor a asesinos implacables.

A la infame manifestación del sábado en Atocha, en la que no más de 50.000 personas exhibieron desvergonzadamente banderas de matarifes como el Che Guevara o de tiranías genocidas como la soviética, le ha sucedido una semana muy caldeada y centrada en el monotema de la guerra de Irak. Un conflicto que sigue en marcha pero que a nadie –y menos que a nadie al inquilino de la Moncloa– le ha interesado lo más mínimo hasta que ha necesitado echar mano de él.

El partido del Gobierno y sus fieles escuderos comunistas han puesto toda la carne en el asador para reverdecer los laureles de hace la friolera de cuatro años. Los mismos eslóganes, idénticas consignas, repasos pormenorizados en los medios afines de lo que fue aquella breve campaña militar... y de fondo la foto de las Azores, que es la parte mollar donde los incondicionales de Zapatero han hincado el diente. Porque es ahí donde se concentra toda la operación impulsada desde la Moncloa. Mediante una simple asociación de ideas, los promotores de la campaña enlazan aquella instantánea –tomada hace cuatro años en una cumbre cuatripartita entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Portugal y España– y los horrores que posteriormente se han dado cita en Irak por cortesía de un terrorismo tan salvaje y sanguinario como sólo puede serlo el yihadismo elevado a su máxima potencia.

La calle esta vez ha fallado. No hubo el sábado ni en Madrid ni en ninguna otra ciudad española un clamor popular contra una guerra que terminó hace tiempo y que ha derivado en una intervención internacional apoyada expresamente por la ONU en tres resoluciones. Los soldados de la coalición están allí porque son necesarios, porque cada mes muere gente en Irak a manos de los terroristas y porque la mayor parte de iraquíes así lo desean. Desde que el único que podía hacerlo derrocase a Sadam Hussein, Irak es un país mejor y más libre, un país, en definitiva, que a pesar del terrorismo desatado sigue siendo preferible para sus habitantes que el que tenían subyugado bajo la bota de Sadam y su cuadrilla.

Evidencias tan aplastantes no son óbice para que Gaspar Llamazares, José Blanco o el mismo Baltasar Garzón se rasguen las vestiduras suspirando por el procesamiento de José María Aznar y haciendo ruido sobre las nefastas consecuencias de la guerra. En ningún momento se plantean que, ciñéndose a su adorada ONU, si las tropas abandonasen Irak estarían contraviniendo sus resoluciones. Tampoco que, hoy por hoy, la única guerra que hay en Irak es la que libran sin cuartel los terroristas de la Yihad, que sus víctimas principales son los propios iraquíes que son asesinados a mansalva en atentados sin nombre, y que su única defensa son los efectivos militares internacionales destacados en el país.

Nada de esto se ha visto en los manifiestos que han proliferado a lo largo de la última semana. Es muy cómodo pedir desde el confort de Occidente la retiradas de las tropas, y más cómodo aún utilizarlas en clave doméstica como ariete contra un ex presidente retirado de la política activa y que, en su momento, ni siquiera envió soldados a la guerra propiamente dicha. Posturas como las de Garzón predicando desde su púlpito en El País son inmorales, porque cargan la culpa de la situación de Irak en los que intentan apaciguar el país; ilegítimas, porque se vale de un asunto exterior de suma gravedad para despachar un ajuste de cuentas en casa; y contrarias a lo que dice la ONU. Garzón lo sabe pero insiste. Hace tiempo, mucho tiempo, que dejó de ejercer de juez y utiliza el prestigio que le otorga la toga para cumplimentar su agenda política.

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