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EDITORIAL

La hora de la libertad en Cuba

Todo el desprecio que le merecen al presidente Rodríguez Zapatero las libertades y los derechos de los cubanos, aherrojados sistemática y cruelmente por la dictadura de Castro, se vuelve vivísimo interés humano por el artífice de la tiranía.

La salud de Fidel Castro se ha resentido gravemente y las oscuras noticias al respecto han dado actualidad a las cábalas sobre las consecuencias políticas del inevitable hecho biológico. También han renovado los anhelos de libertad del pueblo cubano, tanto del que continúa sojuzgado en su propio país, como el que ha logrado escapar y vivir en libertad.
 
El cubano es un régimen personalista, caudillista, erigido sobre una ideología que, por su carácter totalitario, resulta idónea para justificar un régimen de represión, base de la dictadura de Cuba. Está tan centrada en la figura personal de Fidel Castro que su muerte, que bien podría ser temprana, se convierte en una cuestión de supervivencia del propio régimen. Su maquinaria política quiere buscar la pervivencia de la dictadura en el partido, intentando impregnarle del hálito de legitimidad que la máquina propagandística castrista ha construido sobre el propio régimen. No le será fácil. El hecho de que el sucesor del trono sea el hermano del dictador no hace sino reforzar el carácter personalista del gobierno. Carente del carisma y la habilidad política de su hermano, Raúl Castro es un mal parche para un régimen en crisis.
 
Mientras el gobierno cubano oculta el verdadero estado de salud de su caudillo, el de España se ha deshecho en una sincera muestra de cariñosa solidaridad personal con el tirano. Todo el desprecio que le merecen al presidente Rodríguez Zapatero las libertades y los derechos de los cubanos, aherrojados sistemática y cruelmente por la dictadura de Castro, se vuelve vivísimo interés humano por el artífice de la tiranía. Son los valores del Gobierno de España, compartidos con otros liberticidas como Izquierda Unida o Batasuna-ETA. Sólo el PP ha renovado su exigencia de libertad para el pueblo cubano, objetivo encomiable que, en los corruptos valores de muchos, se convierte en motivo de crítica al partido liberal-conservador. El Gobierno, que guarda buenos sentimientos sólo para Fidel Castro, ha eludido hablar de la recuperación de la libertad y la democracia para los cubanos.
 
No puede escapársenos el hecho de que la política exterior de Rodríguez Zapatero y su Gobierno en el continente americano se ha realineado desde la alianza con la democracia más antigua del mundo hacia populistas y golpistas de toda laya, siempre bajo la tutela de la dictadura comunista de Fidel Castro. Esta degeneración de la relación de España con el resto del mundo tiene perfecta y dolorosa correspondencia con el intento del Gobierno de dejar en suspenso el régimen constitucional surgido de la transición para sustituirlo por otro, de cuyos perfiles lo único que parece claro es que el Partido Popular aparece como un convidado de piedra.
 
Por nuestra parte sólo podemos desear que la vida del régimen desaparezca con la de su creador, y que los cubanos tengan de nuevo la oportunidad de elegir libremente su destino y sumarse con ilusión al concierto de las democracias libres y prósperas. Y que Cuba, que ha sido el icono de quienes tienen el socialismo y la abyecta sumisión al Estado como ideal, se convierta en patria de libertades de sus ciudadanos.

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