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EDITORIAL

La Iglesia en el punto de mira

Primero intentan que el Estado ocupe todo lo que libremente debe hacer la sociedad, como por ejemplo la educación. Y una vez ocupado ese espacio, hacen una interpretación sectaria, es decir, socialista, de la separación de Iglesia y Estado.

Esta semana se ha producido una noticia que, mucho nos tememos, no se va a quedar en las primeras reacciones que ha producido hasta el momento. La delegación provincial de Jaén ha ordenado la eliminación de los crucifijos de un colegio público. Tras la protesta popular, un diputado socialista, José Pliego, ha salido en defensa de esta decisión, ha dicho que cumple estrictamente con la Constitución Española y los socialistas ya piden que se eliminen todos los símbolos religiosos de los colegios de Andalucía. Y esto no ha hecho más que empezar.

Los socialistas quieren expulsar a la Iglesia y a la religión cristiana de la vida pública. Se agarran a una interpretación torticera y sectaria (va de suyo, en el caso de los socialistas) del principio de la laicidad del Estado. Por razones históricas, en Europa, la Iglesia llegó a intrincarse en el aparato estatal y a estar favorecida desde la maquinaria de coacción e imposición, que es el Estado. Esta situación rompía con el excelso principio liberal de igualdad ante la ley. El Estado no debía favorecer ninguna creencia sobre las demás, que deben quedarse dentro del ámbito estrictamente privado. Entonces se asentó la idea de separación de la Iglesia del Estado, como subproducto de la igualdad ante la ley y de la necesaria imparcialidad de éste frente a las creencias y valores que espontáneamente se desarrollan en la sociedad.

Esas ideas, estricta interpretación del liberalismo, son necesariamente opuestas a las de los socialistas, que ven al Estado no como el garante de las libertades básicas y los derechos humanos, que ellos ven como amenaza para sus planes de transformación social, sino como un instrumento. Una herramienta para construir una sociedad como ellos la desean. En consecuencia, ellos no sólo no quieren que el Estado sea neutral en los valores sociales, sino que hacen uso de él para imponer sus ideas. Y donde están las suyas, no caben las de los demás. No caben, por ejemplo, las de la Iglesia.

Y entonces siguen el siguiente camino: Primero intentan que el Estado ocupe todo lo que libremente debe hacer la sociedad, como por ejemplo la educación. Y una vez ocupado ese espacio, hacen una interpretación sectaria, es decir, socialista, de la separación de Iglesia y Estado. Ya no es que el Estado no favorezca a la Iglesia como a ninguna confesión o postura religiosa y moral, dentro de una estricta neutralidad, es que se le borra del espacio público, se extingue cualquier símbolo o huella. Pero no para dejar un vacío, sino para llenarlo con sus propias concepciones. El PSOE quiere transmitirnos su propia moral por medio de la educación para la ciudadanía, una formación del espíritu nacional rediviva, pero con aportaciones originales del socialismo español.

Nos tememos que esto no se va a parar aquí. Que Andalucía es sólo el comienzo y los crucifijos sólo el primer asunto. El Gobierno necesita un nuevo argumento para dividir a los españoles, y bien lo podría buscar en este asunto. Por estas y por otras razones, la Iglesia, no menos que otras partes de la sociedad española, debe luchar por que prevalezcan los derechos individuales, que son su único refugio, como el de todos los españoles.

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