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EDITORIAL

La impunidad de Bildu, dentro y fuera del País Vasco

Las felonías de los defensores de la ETA son constantes desde que sus franquicias electorales adquirieron carta de naturaleza gracias al TC.

El inicio de las fiestas patronales de Pamplona fue saboteado ayer cuando instantes antes del mediodía varias personas desplegaron una enorme bandera del País Vasco en la plaza del Ayuntamiento de Pamplona, que ya esperaba abarrotada el lanzamiento del famoso chupinazo. La imagen de los Sanfermines, uno de los acontecimientos festivos españoles de mayor repercusión internacional, ha quedado así mancillada por los delirios anexionistas de unos delincuentes profesionales que campean por Navarra y el País Vasco con intolerable impunidad.

El alcalde de Pamplona atribuye estos hechos al entorno de Bildu, coalición proetarra que sólo la rendición humillante de las instituciones españolas permite operar con plena legitimidad y cuya identificación con los objetivos declarados por la banda terrorista ETA sigue siendo total. Sin perjuicio de que la identificación de los culpables, si es que alguna vez se consuma, zanje este penoso suceso con la exigencia de las responsabilidades correspondientes, es evidente que el despliegue de una gigantesca bandera vasca en la capital navarra coincide milimétricamente con el proyecto etarra de anexionar a la comunidad vecina a una imaginaria Euskal Herría que nunca existió y, al menos por lo que toca a nuestro país vecino, jamás se va a ver consumada.

En todo caso, este sabotaje político a las fiestas navarras por excelencia no puede considerarse un hecho aislado producto de la acción de unos gamberros. Por desgracia, las felonías de los defensores de la ETA son constantes desde que sus franquicias electorales adquirieron carta de naturaleza a causa de la rendición de las instituciones llamadas precisamente a preservar nuestro Estado de Derecho. El caso del asesino Bolinaga, que todavía se pasea tranquilamente por su ciudad en lugar de pudrirse en una celda como corresponde a su siniestra trayectoria, es definitorio de una situación vergonzosa en que los sucesos del chupinazo de los Sanfermines han sido solamente la última mascarada.

Cuando un país se deja doblegar en lo importante, como ha hecho España con los amigos de la ETA, no hay que extrañarse de que la vergüenza llegue también al ámbito de lo pequeño. ¿Hasta cuándo va a permitir el gobierno que unos delincuentes del tres al cuarto nos humillen de esta manera?

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