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EDITORIAL

La legalización, pasito a pasito

Con esta manifestación se continúa con la progresiva destrucción de la letra y el espíritu de la Ley de Partidos que se está llevando a cabo en este proceso de propaganda.

Se van cumpliendo los planes previstos en el plan de rendición. El domingo, miles de "ciudadanos particulares" se manifestaron en una convocatoria que nadie duda de que fue realizada por ETA-Batasuna. Es cierto que, tras el auto de Garzón, se dejaron en casa los símbolos de la banda terrorista y su brazo político hasta el extremo de no portar las famosas pancartas contra la dispersión de los asesinos en las cárceles españolas. Pero también es cierto que fue convocada por una apoderada del partido de los batasunos de las tierras vascas y que, además ha visitado a etarras en prisión; no era lo que se dice una persona desvinculada de la banda terrorista. Contó además con la presencia de importantes dirigentes de la organización ilegal, aunque se mantuvieran en segundo plano. En definitiva, todo pareció responder a un cálculo previo. El Gobierno, y por tanto la fiscalía, se inhibe y los etarras procuran no dar demasiadas razones a los jueces para actuar motu proprio.

Con esta manifestación se continúa con la progresiva destrucción de la letra y el espíritu de la Ley de Partidos que se está llevando a cabo en este proceso de propaganda. Si Pernando Barrena protestó hace apenas dos semanas de que el Gobierno les estuviera obligando a hacer un "fraude de ley", no parece que ahora la banda sea tan exigente. Posiblemente la razón se encuentre en que el motivo de su desconfianza, el que dicho fraude pudiera ser revertido con más facilidad que un cambio en la ley, se está desvaneciendo ante las concesiones que en esas conversaciones secretas pueda estar haciendo Zapatero.

En todo caso, y como premio a su comprensión, los socialistas han vuelto a hablar de amnistía bajo la forma de indultos. Ya no hay ningún juicio incómodo en la Audiencia Nacional que muestre a Txapote u otros de similar calaña ante una opinión pública que pueda, extrañada y escandalizada, tomar conciencia de las consecuencias de todo pacto con ETA; que gente como él pueda volver a la calle. De modo que no habrá necesidad de que un López-Aguilar explique que los presos menos presentables se quedarán entre rejas. Poco a poco, paso a paso, nos vamos acercando a un escenario de rendición completa y total del Estado de Derecho ante los terroristas. Nada que sorprenda en Zapatero y los suyos, en todo caso.

Lo único que parece que puede frenar estos pequeños pasos a la legalización de ETA-Batasuna es precisamente una reacción de la opinión pública. Hacer tragar una amnistía que deje a un buen número de terroristas en la calle ya será difícil, pero más aún si se pretende que se acepte sin pestañear la concesión del "derecho a la autodeterminación" que ofreció Zapatero en el discurso con el que anunció el inicio oficial de las conversaciones. Sin embargo, no se puede descartar que un Gobierno como éste, mucho más hábil en la propaganda que en la gestión, sea capaz de lograrlo.

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